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martes, 18 de mayo de 2010

travesia Monte Caseros (Ctes)- tigre (Bs As) 2007









viernes 25 de julio, llegamos a monte caseros con checho, vamos a prefectura a preparar los tramites y esperar ke la empresa de transpòrte nos entregue los kayak ( 2 franky). los tramites en prefectura se hicieron rapido, no asi con la entrega de kayak ke los entregaron a las 17,30 hs, cargamos los kayaks y alistamos todo para salir al sabado a primera hora. la gente del regatas de monte caseros nos presto las instalaciones para tirar el colchon. cenamos y a dormir.

Sábado 26, nos levantamos a las 6hs , desayuno, últimos ajustes y esperar a ke venga la gente del club para devolver la llave. la gente llego un pokito tarde y nos fuimos al agua a las 9,20 hs. el día estaba bárbaro para remar, a los 7 km pasamos por un puesto de prefectura, el rio no tiraba mucho, 7 km mas y llegamos a unas islas muy lindas en las ke aprovechamos a tomar agua y comer algo rapido, estas islas estaban llenas de palmeras, seguimos remando. cerca de las 18 hs fuimos hacia la costa a buscar lugar para acampar, encontramos uno muy bueno, árboles juntos con un hueco en el medio en el ke encontramos un viejo circulo de piedras y bastante leña. armamos carpa , aparecio el INCENDIARIO , a prepara la comida , fernet con coca y a dormir con cielo estrellado.

Domingo 27, nos levantamos 6hs con lluvia, secamos un poco la ropa y esperamos a ke pare para no mojar la carpa, salimos a remar a las 11 hs, a los 8km pasamos por el puesto de prefectura de mocoreta, aprovechamos a recargar agua. seguimos remando, pasamos por prefectura de santa eloisa , primer puesto de la jurisdiccion de federacion, comemos algo rapido en el kayak y seguimos con la idea de llegar a federacion, cerca de las 18 hs llegamos a "la cueva del tigre", estaba oscureciendo, estabamos a 15 km de federacion, optamos por ir a la prefectura de mandisovi, en santa ana, llegamos a las 19,10 hs, mojados y con frio. nos dieron un quincho para dormir, nos bañamos y preparamos algo de comer (guiso de arroz) con vinito tinto. a las 23,45 hs nos acostamos.

Lunes 28, nos levantamos temprano, el panorama era feo, viento sur, olas, probabilidades de lluvia y frio. nos kedamos y fuimos a dar una vueltita por el pueblo.muy poco para hacer, ya ke es muy chica la localidad y en esta época del año no va nadie, asi ke cocine un guiso de lentejas con chorizo , carne picada y frente al televisor de prefectura le dimos al tinto toda la tarde, por la noche hice unas chuletas al disco con crema y después a dormir.

Martes 29, no cambio mucho el panorama del tiempo pero decidimos salir igual para no perder días. El cruce a federación estuvo entretenido, muchas olas, viento en contra y nublado. Remamos hasta el mediodía donde aprovechamos a comer en una playita de piedras frente a la localidad uruguaya de constitución, donde al bajar encendimos rápido un fuego pues hacia frio , comimos arroz con huevo duro y queso, mientras comíamos empezamos a escuchar ruidos raros y a sentir una especie de picazón, eran las piedritas ke calientes nos empezaban a bombardear. Nos pusimos las remeras secadas al fuego y volvimos a remar.

Al poco tiempo enpezo nuevamente la lluvia, pero esta vez se convirtió en una cortina blanca la cual no nos dejaba ver mas de 100 metros, seguimos remando , pues la idea era llegar si o si a la represa de Salto. Y se largo a llover mas fuerte nomas ¡!! Y el frio se hizo sentir ¡!! Llegamos a un lugar ke parecía un camping, había un cartel en el cual decía algo sobre la municipalidad, desembarcamos y nos dijeron ke teníamos ke retirarnos, ke era privado, k no podíamos permanecer en el lugar; pedimos permiso para radiar con prefectura bajo un techo, estábamos mojados y con frio, traje la radio y el TIA MARIA, nos comunicamos con la dependecncia de salto y nos dijeron ke estábamos a una hora de la represa, antes íbamos a ver un puerto, ke nos dirijieramos hacia allí ke nos estarían esperando. Al rato divisamos la represa, pero no vimos el puerto, estábamos alejados de la costa y por la lluvia no lo veíamos, volvemos a radiar y nos dicen ke estamos pasados 100 metros, a pegar la vuelta y llegar. Bajamos con frio, pero lo bueno era ke nos esperaban con las duchas con agua caliente a solo 30 metros, baño caliente y después organizar los kayak, mientras prefectura fue a buscar un tráiler para llevar los kayak a la escuela. Cargamos y nos llevaron, depositaron los kayak con el tráiler bajo techo y nos llevaron a nuestra habitación, con estufas , las cuales usamos para secar la ropa, mientras esperábamos la hora de la comida (nos invitaron a comer)tomamos un fernet con coca y recorrimos la escuela, en la ke estudian 100 cadetes, es muy grande, por el parque se puede observar la cantidad de carpinchos ke rondan por el lugar sin miedo, ya ke es una zona de reserva. Comimos y fuimos a dormir.

Miércoles 30, a las 8 de la mañana enganchan el tráiler a la camioneta y nos llevan al otro lado de la represa, con 6 alumnos ke serian los encargados de llevar las embarcaciones hasta el rio, nos despiden, sacamos unas fotos y otra vez al rio, a los 7km nos encontramos con los saltos chicos, estaban largando agua de la represa y apenas se podían ver, aprovechamos a filmar un poco, en esa parte del rio llegamos a navegar a 16,8 km/h. pasamos la ciudad de concordia , promediando las 17hs llegamos a Nueva Escocia, era el ultimo lugar para reaprovisionarnos hasta Colon. Paramos en el camping municipal, sin gente a la vista, mientras checho armaba la carpa y encendia el fuego, me dirigí hacia el almacen del pueblo (muy chico), muy cerca del camping, este tenia de todo, carnicería, verdulería, despensa y una barra donde ivan los paisanos a tomar algo. Pude comprar bastantes cosas, galletitas, pan, fiambre, queso y me dio tiempo entre tanto para tomarme 2 cervezas. Hechas ya las compras pienso también en mi compañero, compro otra birra y se la llevo al camping. En el camping el fuego tardaba en prender, la leña estaba humeda, cuando encendio la llama era muy pobre, decidimos ir hasta los botes a buscar las bolsas de dormir y al volver vimos como el fuego se elevaba, también vimos como las cosas ke dejamos muy cerca para secar estaban a punto de desaparecer, conclusión: 3 botitas de neoprene y, un guante en parte quemados. le entramos entonces a los sándwiches, al rato aparece un patrullero preguntando si eramos los ATLETAS ke veníamos remando, ke prefectura nos andaba rastreando, aprovechamos a reírnos mucho luego ke se fue la policía. Nos fuimos a dormir con la intención de salir temprano para acercarnos lo mas posible a Colon.

Jueves 31, nuevamente nos despertamos a las 6hs, pero por la intensa niebla volvimos a salir tarde, cerca de las 11hs, salieron fotos buenas con niebla de fondo, a remar … paramos a comer los sándwiches sobrantes como a las 14hs yya en zona del palmar, playita de arena y paisaje espectacular, salvo por los desperdicios ke había en el rio (gran cantidad de envases plasticos, el sol estaba a full y no teníamos viento, kedamos en cuero y aprovechamos a dar una vueltita por los alrededores, las fotos obligatorias y a observar pajaros ( también había huellas de distintos animales, algunas grandes).

Y otra vez al rio, remamos por un rato mas y alcanzamos la parte del camping del palmar, después nos dirijimos directamente a prefectura la calera (palmar) a tan solo 2 km del camping, una vez allí, nos fuimos al destacamento, ubicado sobre un barranco muy alto, el cual nos daba una vista increíble ¡!! Nos prestaron el quincho para dormir, nos dieron bastante leña y para tapar la puerta pusieron un piloto viejo del ejercito. Tomamos unos mates a la orilla del rio mientras tratábamos pescar algo para hacer en la parrilla con una línea ke encontré y de carnada usábamos rodajas de salame, perdimos piques y volvimos al quincho a preparar comida. Checho inflo el colchon, mientras tomabamos un vinito y hervíamos arroz, después de cenar, dejamos todo mas o menos preparado para desayunar y salir temprano.

Viernes 1, tempranito arriba, la idea del dia era llegar a concepción del uruguay. Armamos los kayak rápido y salimos al agua, empezamos a pasar frente a muchas islitas a ambos lados del rio, todas de arena casi blanca, antes de llegar a la fabrica de LIEBIG , nos vamos del lado uruguayo para cortar camino , una vez ke dejamos las islas, estamos frente a la ciudad de Colon , en la ultima isla aprovechamos a almorzar , tomar un poco de sol, radiamos con prefectura de Colon Una hora mas tarde encaramos el rio en busca del puente internacional a solo 3 km de la isla, llegando, fotos y emprendemos los últimos 27 km ke nos separaban de concepción del uruguay. Estando cerca radiamos con prefectura y nos da la ubicación del puerto, ya ke era de noche y no keriamos pifiarle. Arribamos al puerto, nos esperaba gente de prefectura el el puerto, también curiosos a los ke les mangueamos mates calentitos. Subimos los kayak, nos dieron un lugar en la dependencia para dormir, nos bañamos y salimos a comer a una parrilla cercana, parrillada, ensaladas y cerveza, al terminar, volvimos y a dormir.

Sábado 2, arriba temprano, café con galletitas y al agua, fotos y a remar … la idea? Llegar a gualeguaychu. Nuevamente el clima no estaba de nuestro lado al poco tiempo de salir, viento en contra, se nublo y tuvimos aguaceros, a los 20 km de haber salido ya teníamos bastante frio, mojados y el viento ya molestaba demasiado, las islas no tenían lugar para bajar por la densa vegetación, encontramos un lugar chico, pèro con reparo, bajamos y lo primero ke hicimos fue tratar de sacarnos el frio con una fogata. La leña estaba un poco humeda , nos costaba prenderla aun con combustible, cansado de temblar de frio, bengalazo a los palos y fuego asegurado ( bengala vencida), comimos alfajores y chocolates, decidimos ke con el tiempo asi no llegaríamos a gualeguaychu y optamos por ir a Puerto Campichuelo, pequeño puesto de prefectura distante 7km de donde estábamos, luego de secar la ropa arrancamos nuevamente.

Tardamos poco mas de una hora en llegar, radiamos y nos dirijimos al destacamento distante 300 metros del rio, el paisaje era desolador, solo campo y arena, antiguamente fue lugar de varias canteras de piedras, solo kedaron 2 de 14. Esta vez nos dieron un quincho sin vidrios, solo tenia mosquiteros. Tomamos unos mates, preparamos un gran fuego y a gastar el tiempo. A medida ke caia la noche fuimos preparando la comida, disfrutamos del ultimo medio litro de vino, cenamos y a dormir en un galpón cerrado donde guardaban de todo.

Domingo 3, ke friooo!!! Ya empezaba a costar salir de la bolsa de dormir y levantarse, hicimos un fueguito, calentamos agua y preparamos el desayuno. Nos cambiamos y saludamos a la gente de prefectura, no sin antes preguntar donde se ubicaba el destacamento de boca de gualeguaychu, a lo ke respondieron ke a solo 3 km del puente. Salimos a remar, el dia estaba soleado pero frio, al mediodía paramos a comer sobre una draga abandonada, le entramos a una lata de ensalada de frutas (ya nos kedaban pocas provisiones), checho aprovecho a dormir una siestita, mientras yo recorría el barco y sacaba unas fotos, tratando de hacer el mayor ruido posible para malograr el descanso de mi compañero. Al momento de subirnos a los kayak, vino la parte humorística, había ke hacer equilibrio para subir a los frankys , al momento de subirme empece a ir de un lado para el otro agarrado de la parte inferior del kayak ke no paraba de moverse, a mi compañero le causo mucha gracia, a tal punto ke empezamos a remar y seguía riéndose ¡!!. Estábamos a 22km del puente de gualeguaychu y con el tiempo íbamos barbaro ¡!! Llegamos al puente antes ke oscurezca, no nos hacíamos problemas por ke según la prefectura de Campichuelo estábamos a solon 3 km del destacamento. Bueno, aprovechamos a sacarnos un par de fotos, le sacamos a Botnia también (la verdad ke es imponente el complejo) y fuimos en busca del destacamento, ya con la ultima luz del dia, mirando el GPS, 3, 4, 5 km, estábamos frente a Fray Bentos, de noche y sin haber visto la entrada al destacamento, radiamos y nos dicen ke estamos a 16 km ¡!!! Nos keriamos matar ¡!! Nos acordamos de prefectura Campichuelo a cada metro ke hacíamos!!!, desde boca de gualeguaychu mandaron una lancha a marcarnos la entrada, llegamos aln destacamento a las 21,15 hs, mojados y muertos de frio, le gente de prefectura nos hizo pasar de inmediato dntro de la dependencia mientras ellos traian los kayak, dentro nos esperaba el Principal con la estufa hogar a full, nos tiramos de cabeza al calor ¡!! Nos trajeron café, luego fue el turno de una ducha caliente y al salir nos esperaban con un guiso espectacular ¡!! Por si fuera poco , nos dieron pieza para dormir!! Miramos un rato televisión y fuimos a descansar … el dia había sido cansador …habíamos recorrido 72 km.

Lunes 4, cansados, decidimos kedarnos en prefectura y partir al otro dia. Aprovechamos para ir en busca de provisiones a gualeguaychu. Al mediodía ya de regreso con las compras,salen los muchachos a patrullar por el rio y nos kedamos preparando una polenta, la cual compartimos con el Principal. Después una siesta y por la tarde ver televisión, mas tarde empezamos a preparar un guiso de lentejas con chorizo colorado , panceta. Una vez todos en la cocina, servimos la cena, vinito y después, de sobremesa nos retaron a un partido de truco, entre el partido y la revancha no paso mas de 15 minutos, los matamos!!! Checho ligo a mas no poder y se gano el apodo de “mamadera negra” (no se sabe la leche ke tiene dentro), duro un ratito las gastadas y nos fuimos a dormir.

Martes 5, bien temprano nos levantamos, calentamos agua, desayunamos, nos cambiamos, fot con los muchachos y a depositar los kayak otra vez en el agua. Aprovechamos un corte en la escollera para cortar camino, la idea del dia era tratar de pasar Puerto Landa. El dia estaba soleado, con muy poco viento, asi ke aprovechamos a remar, a eso de las 15hs llegamos a puerto landa, esperamos a los pescadores para comprar un pez, a la llegada de estos a la costa, luego de charlar un rato, entre mates, nos regalaron un pati y un sábalo. Arrancamos de vuelta a remar y a las 17,30 hs decidimos hacer costa y acampar. Encontramos un lugar no muy lindo pero con mucha leña seca para cocinar los peces. Una vez mas checho arma carpa y colchon, mientras busco leña y preparo fuego, traigo la parrilla y empiezo los preparativos para la cena. Con todo organizado, condimentamos los pescados y los depositamos en la parrilla, mientras descorchábamos un totin, mas tarde, luego de comer ( estaban barbaros), haciendo sobremesa, empezamos a escuchar disparos, cada vez mas cerca de cazadores furtivos en búsqueda de carpinchos. Buen momento para ir a dormir… ¡!!

Miércoles 6, después de desayunar, guardamos el pescado sobrante en un tupper para el almuerzo, las cosas en los kayak y salimos al rio. El dia estaba entre soleado y nublado por ratos, la navegación era trankila, almorzamos, seguimos remando hasta las 17 hs, pasamos 8km del arroyo La Tinta, encontramos un lugar casi frente a Nueva Palmira. Preparamos fuego, mientras checho armaba el campamento, junte leña, secamos ropa y preparamos fideos con salsa, hicimos fideos de mas para llevar comida preparada para el mediodía, cenamos rápido y a descansar.

Jueves 7, el dia ke botamos los kayak mas temprano, después de un rápido desayuno nos mandamos al agua a las 8,30 hs, la idea del dia era llegar a la isla Martin Garcia, tirada larga, sin tocar tierra, como todos los días radiábamos con prefectura en alguno de los descansos, recibimos un mensaje del hermano de checho en el cual decía ke aproximadamente a las 15,30 hs pampero en la zona de san Isidro y delta, pensamos llegar en ese tiempo a las islas dos hermanas por lo menos, pero el pampero se adelanto y a las 13,15hs estaba con nosotros, opciones: ir a guazú-guazuzito , a Carmelo y tener problemas con los milicos o seguir 5km mas y kedarnos en el islote “el maton”, optamos por esta ultima, y después de 2 hs de remo llegamos a tierra, cansados y mojados, ya ke el rio estaba bastante movido y las olas eran de tamaño respetable. Eran recién las 15,30 hs, el pronostico decía ke recién calmaría a la medianoche. Prendimos un fueguito, calentamos agua e hicimos unas sopas, los fideos estaban incomibles, radiamos a prefectura y comunicamos ke haríamos noche en el islote, checho armo la carpa, encontramos una cafetera de unos pescadores y calentamos agua, tipo 17hs recorremos un poco el islote buscando leña y un rato mas tarde preparo unas lentejas con queso y limón (era lo único ke kedaba), comimos y nos acostamos antes de las 19hs.

Viernes 8, nos levantamos a las 7hs (después de 12hs de sueño), desayunamos y llevamos agua caliente para tomar unos mates en Timoteo dominguez. Salimos tipo 9hs, el dia estaba soleado y con poco viento, pasamos las islas “ dos hermanas” , antes de llegar a Timoteo cruzamos 2 barco grandes. Una vez en la playa, mates y una pekeña recorrida por la playa (cambio bastante desde la ultima vez ke estuvimos en abril), fotos antes de salir y encaramos los últimos 2km ke nos separaban del puerto de martin garcia. El puerto cambio bastante también, la parte mas cercana a Timoteo fue desmalezada,( próximamente van a hacer una playa y algunas amarras), entramos por ahí con dificultad, ya ke no sacaron bien las raíces de las plantas y llegamos hasta el fondo, pegados al cartel.

Entregamos los datos en prefectura, ropa sucia pero seca y a comer al Solis. Milanesas, papas fritas y huevos fritos, cervezas y postre. Después fuimos a buscar un dormi , fuimos por ropa a los kayak y nos dimos un buen baño, otra cervecita y a dormir un rato hasta la hora de cenar.

Nuevamente a la noche aparecimos por lo de jose, cenamos pastas,cerveza, postre y una copita de licor antes de volver l camping.

Sábado 9, dia de descanso, fuimos a desayunar a las 8,30 hs al solis y después salimos de recorrida por la isla (checho no conocía mucho), fuimos al barrio chino, en el monumento a los caidos tomamos unos mates, seguimos hasta el avión (o lo ke keda de el), seguimos por el sendero hacia la pista de aterrizaje, la cruzamos y no metimos en una entrada, y empezamos a caminar, llegamos hasta el rio, donde se encuentra una plataforma a medio derrumbar donde se puede ver claramente Timoteo dominguez, pegamos la vuelta y pasamos por el cementerio, fotos en los cañones antiaéreos frente a la usina y de nuevo al camping, hora de almorzar, esta vez le entramos al asado, volvimos al camping, tomamos alguna cervecita mas y empezamos a preparar todo para la vuelta, una vez listos los kayak, pasamos por prefectura, pedimos el pronostico , la tabla de mareas y nos dirijimos al puerto a ver un yate, el dueño nos hizo pasar a conocer el barco y aprovechamos a probar un licor italiano muy bueno, después nos fuimos todos a cenar unas pizzas, cervezas, postre y licorcito, nos despedimos de la gente del solis y a dormir.

Domingo 10, despertamos temprano, café y a los kayak. Con todo preparado le pregunto a checho si tiene ganas de pasar la oyarbide por dentro y me dice ke si, acarreamos los kayak por las piedras y las raíces entre puteadas y maldiciones, llegamos al agua y encaramos la oyarbide por fuera, había buen nivel de agua, teníamos viento norte, empezamos a barrenar algunas olitas, encontramos el paso y nos mandamos, al rato, la profundidad bajo demasiado, checho enpezo a caminar con el kayak a cuestas, yo, encare para el lado de San Isidro, al ver ke checho no me seguía, vuelvo, una vez ke cruzamos la oyarbide (un rato demasiado largo) me acerco a checho y le pregunto si le había gustado el trekking acuatico, a lo ke me respondió: “no me hables hasta llegar a tigre”. Después de una hora de remo, paramos sobre la costa, comimos algo rápido y seguimos en busca del aguaje el durazno, después el capitancito, el capitán, estaba bastante movido el rio por las lanchas, ya en el sarmiento nos divertimos un rato barrenando hasta ke una lancha colectiva pasa fuerte cerca mio, yo, pegado a la costa llena de piedras, las olas de la colectiva me hacían barrenar, mientras el rebote de la costa me llevaba para el otro lado, después de hacer uñas a lo loco, llego lo inevitable, HOMBRE KILLA, tiro roll, cuando estoy nuevamente arriba, la ola de rebote de la costa me vuelve a desestabilizar y otra vez pa’ bajo, esta vez trato de tirar roll pero la pala se trabó en unas piedras y tuve ke ejectar. Vacie el kayak en un muellecito, mire la pertiga de la pala y estaba torcida, seguimos hasta llegar al hispano a las 18,50 hs. Nos vino a buscar el NIÑO JAVIER,nos cambiamos en el hispano, mientras cargábamos los kayak en el auto tomamos unos verdes y arrancamos.

travesia La Plata / Mar del Plata 2007



Advertencia: el presente relato versa acerca de una accidentada travesía en kayak (si está publicado acá en qué iba a ser, no?) desde Ensenada (hagan de cuenta que es La Plata) hasta Mar del Plata en la que la mala suerte fue una constante. Está redactada en un lenguaje bastante pobre (así que seguramente no disfrutarán de la lectura), carece de información técnica (fue realizada por cuatro dignos representantes del kayakismo excesivamente amateur o “choto”, así que dudamos seriamente de que de la lectura del relato aprendan algo útil), adolece de datos de las embarcaciones utilizadas así como del equipo (así que si esperaban determinar qué bote o qué equipo comprarse basándose en este relato, estamos seguros que no sacarán ninguna conclusión... probablemente concluyan que es mejor dedicarse a otra actividad acuática teniendo en cuenta que “gente” de nuestra calaña hace kayakismo de travesía) y, en caso de que hasta altura no se hayan dado cuenta, no tiene nada de seriedad. Todo es cierto, salvo alguna que otra mentira. No digan (o mejor dicho, no escriban) que no se los advertimos.

Viernes 02/03/2007: Día cero de la travesía.

Después de una larga espera y una considerable cadena de mails, llamados telefónicos y mensajes de texto, etc. el ansiado día por fin había llegado. Me encontraba en el Club de Regatas La Plata, esperando la llegada del resto del grupo, después de haber pasado las últimas horas viajando en el 130, la costera criolla, el 307 y hasta un remis.
Quiénes constituían el “resto del grupo”? Nada más y nada menos que Esteban Bragagnolo, Gustavo Ayala y Néstor “Vikingo” Rasiak. En los planes originales había un quinto integrante, Gerónimo Etchart, pero lamentablemente no pudo ser de la partida porque prefirió formar parte de la tripulación del Enterprise, como segundo a bordo del Capitán Kirk.
¿El objetivo? Nada que no se haya hecho antes: salir remando desde Ensenada y llegar a Mar del Plata. ¿El plan? Hacerlo en 14 días de remo que, supuestamente, serían los siguientes:

1) La Plata a Atalaya (aprox. 25 millas)
2) Atalaya a Punta Indio (aprox. 20 millas)
3) Pta. Indio a Pta. Piedras (aprox. 15 millas)
4) Pta. Piedras a Rio Salado (aprox. 22 millas)
5) Rio Salado a Canal 9 (aprox. 26 millas)
6) Canal 9 a Canal 1 (aprox. 14 millas)
7) Canal 1 a San Clemente (aprox. 17 millas)
8) San Clemente a Mar de Ajó (aprox. 30 millas)
9) Mar de Ajó a Punta Médanos (aprox. 11 millas)
10) Punta Médanos a Pinamar (aprox. 17 millas)
11) Pinamar a Villa Gesell (aprox. 18 millas)
12) Villa Gesell a Faro Querandí (aprox. 13 millas)
13) Faro Querandí a Mar Chiquita (aprox. 24 millas)
14) Mar Chiquita a Mar del Plata (aprox. 18 millas)

Esto era lo que habíamos calculado para completar sin grandes esfuerzos los más o menos 400 kilómetros que nos separaban de la popular ciudad balnearia, que hace las delicias de hombres, mujeres, niños y, lo más importante, jovencitas... aunque más tarde comprobaríamos que las jovencitas prefieren otros meses para veranear. Obviamente, la idea era hacer todos los kilómetros que fueran posibles cada jornada y por eso habíamos escrito varios mails dónde estaban plasmadas nuestras ocurrencias respecto de cómo optimizar el uso de los días disponibles. Llegamos a imaginarnos llegando a San Clemente en 5 días en lugar de los 7 previstos o en 4 si teníamos el valor y/o la imprudencia de cruzar la bahía de punta a punta. En fin, todas esas cosas que a uno se le ocurren cuando nuestra realidad inmediata es el teclado en lugar del remo, el kayak, el agua, las olas, el viento, la sudestada, el pampero, el cansancio, los mosquitos, el frío y todas las otras delicias que caracterizan la navegación por la costa bonaerense. Como venía contando, estaba esperando al resto del grupo y al final llegaron: en la puerta del club apareció un camión por sobre el cual asomaban las proas de cuatro kayaks.

Mientras bajábamos los botes, Esteban me contó que remaba en un Paraná.... no, en realidad me dijo que a la mañana había salido desde Capitán Bermúdez, después lo había pasado a buscar a Gustavo por San Nicolás, habían ido hasta Coronel Brandsen para encontrarse con el Vikingo, habían hecho los últimos trámites con Prefectura (previa destrucción de una botella de cerveza en las puertas del destacamento, confuso episodio que todavía no termino de entender) y salieron para el club. Después de descargar los botes y los elementos necesarios para la travesía como unas cuantas botellas de bebidas isotónicas marca Trapiche y Colon, las carpas, las bolsas de dormir, la comida, etc. cenamos un espectacular matambre a la pizza preparado por Gustavo y Néstor. Posteriormente a una muy breve sobremesa, que aprovechamos para hablar de viajes, kayaks y kayakistas amigos, conocidos y/ o tristemente célebres (bah, la típica sacada de cuero, práctica que repetiríamos a lo largo del viaje), nos fuimos a dormir en uno de los salones del club.

Sábado 03/03/2007: “Ojo que hay marejada”

Al menos en apariencia, la travesía empezaba bien: desde los ventanales del salón donde pasamos la noche se veía que el día estaba soleado y se escuchaba el trinar de algunas aves. Mientras algunos empleados del club realizaban sus tareas matinales, nos cambiamos la ropa roñosa que teníamos puesta por otra más roñosa que usaríamos para remar, e hicimos un nutritivo desayuno que incluyó galletitas dulces surtidas, mate, café y los restos del matambre. Al mismo tiempo que cargábamos los últimos elementos en los kayaks, se acercaban algunos socios del club a curiosear y a hacer preguntas acerca del viaje y los botes. Una de estas personas aprovechó la conversación para advertirnos: “Ojo que afuera hay marejada”. Le agradecimos por la información y creo que todos subestimamos la advertencia, suponiendo que simplemente nos encontraríamos con algunas olitas en el río que harían nuestra navegación más entretenida. Casi estábamos listos cuando apareció un semirrígido de dos motores de la PNA con dos tripulantes con la intención de escoltarnos hasta la entrada del puerto. Pusimos los botes en el agua y empezamos a remar lentamente, como para ir calentando los brazos. Cerca del río Santiago, enfrente de la escuela de oficiales de la Armada, pudimos divisar la inconfundible silueta de la fragata Libertad, fondeada sobre la margen derecha del río. Según me enteraría después, estaba allí desde hacía unos dos años, recibiendo mantenimiento.

No faltarían más de 300 metros para llegar al Río de La Plata cuando empezamos a escuchar el ruido de las rompientes, el cual era bastante intenso para lo que esperábamos encontrarnos. No podíamos ver las olas porque sobre la margen derecha hay una escollera bastante alta, así que el suspenso se iba a mantener hasta el último momento.
Para los que no conocen el puerto de Ensenada, desde la escollera de cemento, hay dos hileras de postes separados por unos 50 metros que finalizan unos dos mil metros río adentro. Las embarcaciones que ingresen al puerto deben pasar entre ellas, lo que puede representar un peligro bastante serio para un velero si el río está picado, ya que estos postes asoman unos 50 cm sobre la superficie.
Con qué nos encontramos cuando pasamos la escollera? Las olas, que parecían de mar por el tamaño, rompían encima de los postes, así que los mismos a veces se veían y a veces no. La velocidad del viento era de 28 km/h, las ráfagas de 40 km/h, las olas de más de dos metros y nuestras pulsaciones rondarían las 120 por minuto. Mientras Esteban y yo discutíamos si convenía cruzar entre los palos o remar los dos kilómetros que nos separaban de la salida (en realidad, lo más razonable hubiera sido quedarse jugando al truco en las instalaciones del Regatas), Gustavo, haciendo despliegue de una mezcla de coraje e inconciencia (en porcentajes de 10% y 90% respectivamente), los encaró pasando entre ellos. Por lo tanto, no quedó más remedio que actuar, siguiendo con nuestra costumbre de hacer predominar la acción por sobre el pensamiento. Crucé yo, después Esteban y por último el Vikingo. Comprobamos que Hugo Sírtori hace buenos botes porque el Starloc de Néstor golpeó uno de los postes y no le ocurrió absolutamente nada.
Por los números que mostraba el GPS, ahora conocido como asesino de baqueanos, el objetivo a cumplir en el primer día no lo lograríamos ni en sueños. Podríamos considerarnos afortunados si llegábamos hasta el balneario La Balandra, distante a unos 15 kilómetros de nuestro punto de partida. Mientras avanzábamos como podíamos sobre las olas que a veces ocultaban al kayak que teníamos adelante, se produjeron dos vuelcos. El primero fue de Esteban, que pudo rolar. Cuando le ocurrió lo mismo al Vikingo, no tuvo tanta suerte. Además, como venía último, tuvo que levantar el remo para que pudiéramos verlo entre los corderitos. Acompañando a Néstor hasta la costa retrocedimos bastante, pero no lo podíamos abandonar porque además de un amigo era el cocinero designado de la travesía y teníamos que comer en los días venideros.
Llegamos a la costa justo en uno de los tantos balnearios de zona sur. Este que nos había tocado en suerte se llamaba Palo Blanco y parecía un lindo lugar para detenernos no más de 30 minutos. Almorzamos y volvimos al agua con intención de ir hasta otro balneario que no estaba a más de 5 kilómetros, del cual salían varias tablas de windsurf... y en este momento se iniciaría el peor momento del viaje. Sobre la cubierta delantera no tuve mejor idea que llevar un bolso que se ve que recibió muchos golpes de las olas porque los ojales por los cuales pasaba un elástico se descosieron. El bolso quedó colgando de la cubierta mientras estábamos en el río y así era imposible seguir navegando porque el kayak no avanzaba. Traté de alcanzarlo con la pala para subirlo nuevamente a la cubierta pero no fue posible. Pedí ayuda al Vikingo y tampoco tuvo éxito porque era complicado, por las condiciones del río, que dos botes con dos kayakistas como nosotros permanecieran muy cerca. El primero de mis errores fue llevar ese bolso de fabricación casera encima de la cubierta. El segundo, y más grave, van a ver cuál fue.
Le comenté al Vikingo que volvería hasta la costa para solucionar el problema del bolso (“solucionar el problema” consistía en desenganchar el bolso a las puteadas, tirarlo adentro del cockpit y convertirme en faquir para poder ingresar en el Franky después) y que los alcanzaría más tarde. Cuando el río parece una pileta o un dulce de batata gigante (metáfora con copyright de la India) por la calma de sus aguas, la idea de separarse del grupo no es tan descabellada.
En cambio, cuando hay una sudestada de características importantes como la de ese día, apartarse del resto es una estupidez.
En fin, volví a Palo Blanco, desenganché el bolso y lo dejé dentro del cockpit. El guardavidas del lugar intentó convencerme, sin éxito, de que permaneciera en la costa porque consideraba que el río estaba bastante peligroso. Volví al agua y me dirigí directamente hacia el balneario de los surfistas, suponiendo que mis compañeros ya iban remando en esa dirección. El resto del grupo, con buen sentido, no había seguido remando. Me estaban esperando enfrente de Palo Blanco, aunque después me dijeron que con la deriva terminaron aguas arriba. Los tres me vieron salir remando paralelo a la costa y, después de un rato, no fui visible porque me taparon los corderitos, aunque de esto y otros detalles me enteraría más tarde.
Para cubrir la distancia de pocos kilómetros que me separaba del balneario tardé muchísimo tiempo, y al llegar allí me sentía como si hubiera remado más de 40 kilómetros. Cuando no encontré a ninguno de mis amigos en el lugar, que se llamaba La Bagliardi, además de cansado me sentí sorprendido ya que era imposible que yo hubiera llegado antes que ellos. No quedó más remedio que preguntar a algunas personas que estaban allí si habían visto algunos kayaks y me dijeron que no. Parecía que el asunto no mejoraba. Al rato, apareció un hombre que dijo haberlos visto seguir de largo. Otra persona comentó que seguramente habían seguido de largo y entrado en un arroyito que había pocos metros más adelante, para refugiarse del viento. Lo que me contaban me parecía raro, porque no deberían haber cambiado de planes sin haberme notificado de algún modo, pero tenía tanto interés en encontrarlos que no era el momento para reflexionar. Me parecía que la única opción era seguir remando hasta encontrarlos.
Subí al kayak y me interné nuevamente en el Río de La Plata, buscando la boca de ese arroyo. Afortunadamente, la misma se encontraba muy cerca de La Bagliardi, aunque el ingreso era complicado por la rompiente, ya que las olas me arrojaban muy cerca de unos árboles.
A medida que me internaba en el curso de agua, sospechaba que la probabilidad de encontrarlos aquí era muy baja. Las costas del arroyito estaban inundadas, y a ninguna persona con un poco de sentido común se le hubiera ocurrido armar un campamento en un lugar así... ni siquiera a ellos. Mientras estaba sumergido en estas cavilaciones, sobre la margen izquierda, noté la presencia de un velerito muy maltratado amarrado a un muelle bastante derruido de una precaria casita, típica de las islas, construida sobre unos pilotes. Cuando me estaba poniendo nostálgico recordando las delicias del Tigre, donde estas casas son tan típicas, observé que en el tronco de un árbol cercano a la vivienda había atado del cuello el maniquí de una mujer. Evidentemente, no era el lugar más indicado para bajarse a preguntar porque no creo que el dueño de casa se dedicara al diseño de ropa. Después de hacer girar la bote 180° lo más rápido posible, volví al Río de La Plata.
¿Qué hacer? Lo único que se me ocurría hacer era buscarlos un rato más en la costa y, si no los encontraba, acampar en la Bagliardi e intentar comunicarme con ellos de algún modo. Mi situación se iba complicando porque faltaba poco para las 17:00 horas y el viento se iba intensificando. Me preguntaba por dónde andarán cuando veo que se me acerca un gomón con tres tripulantes, haciendo sonar un silbato. Uno de ellos me gritó “Adónde te pensás que vas? Te está buscando Defensa Civil y la Policía”. Bastante sorprendido por el comentario, le expliqué que estaba buscando a mis amigos, que también remaban en kayak. Cuando me respondió que ellos estaban aguas arriba, no comprendía cómo no los había visto. Me pidieron que bajara en La Bagliardi, así que les hice caso. Cuando me acercaba a la costa había dos surfistas sentados en sus tablas (sí, surfistas, los que usan tablas sin velas) esperando olas. O el río estaba muy picado, o estos muchachos tenían una increíble capacidad para ilusionarse.
Una vez en tierra, me informaron de la situación: Gustavo, Esteban y el Vikingo estaban en Palo Blanco y ellos habían llamado a Defensa Civil para que me saliera a buscar. Seguía sin entender cómo no los había visto. Al rato aparecieron dos oficiales de PNA que venían a buscar a un supuesto ahogado y que terminaron solicitándome mis datos. La gente de Defensa Civil se comunicó con Palo Blanco a ver qué íbamos a hacer. Al final decidieron llevarme hasta allá con kayak y todo, así me reunía con el resto del grupo. Cuando estuvimos todos juntos, me explicaron que me habían esperado flotando enfrente de Palo Blanco y que al poco rato de verme salir de allí me perdieron de vista. Como no era posible alcanzarme, volvieron a Palo Blanco para determinar qué hacer. Mientras estaban en tierra, hicieron una pequeña exploración que los condujo a encontrarse con una comunidad de consumidores de bebidas espirituosas de calidad bastante dudosa quienes les advirtieron que, de permanecer en el lugar, serían robados y sometidos a prácticas sexuales contra natura.
Parece que fue una de estas personas, cuando su cerebro hizo la única sinapsis funcional que mis compañeros pudieron presenciar, la que les recomendó que se comunicaran con Defensa Civil, y allí fue cuando el problema que yo generé se agravó innecesariamente. De un kayakista extraviado pasé a ser un kayakista en peligro y, según me enteré más adelante, un ahogado. Más allá de los contratiempos, lo importante era que estábamos todos juntos nuevamente, aunque parezca el cierre de un episodio de los Campanelli, y con la esperanza de seguir con el viaje... porque todavía teníamos esperanzas. Cenamos unos fideos y nos acomodamos como pudimos en una construcción, que no era más que unos palos y unas chapas, así que de aquí en más se conocerá a este lugar como la tapera de Palo Blanco.

Domingo 04/03/2007: “No tengo parientes tan feos”.

A diferencia del día anterior, éste no se veía muy alentador: el viento había perdido intensidad, aunque parecía que no la suficiente, y, en el cielo, se veían algunos nubarrones anunciando tormenta. Se acuerdan cuál era el plan? Teóricamente, deberíamos encontrarnos en Atalaya y deberíamos salir para Punta Indio. Sin embargo, nos encontrábamos a cuatro kilómetros y medio de la desembocadura del río Santiago, y la idea de permanecer otro día allí, en la tapera, sin poder remar no nos hacía ninguna gracia. Mientras desayunábamos , cargábamos los botes y el dueño de la tapera, de rasgos aindiados, nos observaba. Cuando prestó atención al nombre de mi kayak, “Bragado”, me preguntó si era de allí. Le respondí que sí y comentó que tenía parientes por la zona, pero como no eran tan feos seguramente no los unía ningún lazo sanguíneo conmigo. El chiste era preocupante, teniendo en cuenta que el aspecto del “cacique” que no era el de Brad Pitt precisamente. Después, llevamos los kayaks hasta la playa, con la convicción de quedarnos en tierra únicamente si comprobábamos que no se podía avanzar, como kayakistas porfiados que somos. Los corderitos no tenían el mismo tamaño que los del día anterior, pero Eolo seguía soplando con fuerza. Uno podía soltar una pala con poco cruce y la misma, en lugar de caer directamente, “planeaba” un par de metros. Mientras hacíamos esto y nos preguntábamos si alguno de nosotros traía algún producto del Capitán Tormenta, vimos salir del puerto a la Fragata Libertad. Media hora de remo y puteadas en el mismo lugar nos bastó para confirmar que el segundo día de nuestro viaje también lo pasaríamos en Berisso. Devolvimos todo a su lugar, y volvimos a ubicarnos en la tapera.

Como Esteban y Gustavo se fueron caminando hasta el pueblo, aprovechamos para encargarles cigarrillos. El resto del día transcurrió entre mates, conversaciones entre nosotros en las que hablamos bastante de los kayakistas que conocemos y conversaciones con los guardavidas del lugar, quienes aprovecharon para comentarnos que no podían creer que hubiéramos estado remando el día anterior. Uno le había comentado a otro que seguramente nos estábamos entrenando para el río Atuel. Le respondí que el Atuel era bastante más tranquilo que la sudestada del día anterior.

Lunes 05/03/2007: La calma después de la tormenta.

Se habría terminado la mala suerte? Por el aspecto del día, parecía que sí: soleado, caluroso y casi sin viento, justo ahora que venía del norte. Si por un momento uno se olvidaba de la zona de Buenos Aires en la que nos encontrábamos, hasta podía llegar a ver a Palo Blanco como un sitio paradisíaco. Sin embargo, como previamente a las horas de remo no consumíamos bebidas alcohólicas, no olvidábamos que estábamos en Berisso y que teníamos que salir a toda máquina de allí porque, según el plan, hoy deberíamos estar saliendo de Punta Indio. No se trataba de demostrar nada a nadie con esta actitud de ajustarse a lo planeado, simplemente no queríamos pasarnos las vacaciones remando en el Río de La Plata, ya que la probabilidad de avistaje de pompis decentes en la bahía de Samborombón es bastante escasa. Remamos hasta Atalaya, y allí nos detuvimos para almorzar. Después del almuerzo, avisamos a PNA que intentaríamos seguir hasta Punta Indio pero que si no era posible llegar acamparíamos sobre la costa, que sabíamos que era relativamente alta. Esto último fue lo que ocurrió al final porque poco antes de las 17:00 todavía nos faltaban 17 km para llegar a Punta Indio. Nos detuvimos en un lugar alto que encontramos, armamos las carpas y amontonamos unas cuantas ramas para hacer una fogata. Al menos en esa zona, la costa es bastante atractiva para acampar porque hay gran cantidad de árboles, no hay barro, el suelo es sólido y está cubierto por pastos cortos. Cuando intentamos informar nuestra posición , con ninguno de los teléfonos celulares fue posible comunicarse con PNA. Con los dos VHF pasó exactamente lo mismo. Sin embargo, Néstor pudo comunicarse con Erick, con quien veníamos comunicándonos a diario para que nos pasara los pronósticos meteorológicos, y le pidió que llamara al 106 para decirle a PNA cuál era nuestra situación. Antes de las 22:00, todos estábamos durmiendo con la excepción de Gustavo, que se quedó tomando vino y disfrutando del paisaje nocturno: río planchado y luna llena.

Martes 06/03/2007: Reencuentro.

Por la mañana, el río seguía igual que cuando lo vimos por última vez la noche anterior: totalmente calmo. Mientras desarmábamos la carpa que compartíamos con el Vikingo, notamos en el interior de la misma la presencia de una pequeña ranita y lamentamos la suerte del pobre animal, ya que le habían tocado como compañeros de habitación dos especimenes como nosotros. Después de salir, no hizo falta remar mucho tiempo para ver, a lo lejos, las ruinas del hotel ubicado al lado de la playa de Punta Indio. Mientras nos acercábamos al lugar, veíamos sobre la costa algunas boyas que se han desprendido de su anclaje y permanecerán allí hasta que el óxido las haga desaparecer. Nos detuvimos en la playa y aprovechamos los tanques de agua del camping para recargar nuestras botellas.

Mientras comíamos algo antes de reanudar la remada, apareció un jeep de la PNA que se detuvo en cuanto nos vio. Esteban y yo nos acercamos al jeep y, cuando los que venían en el vehículo se bajaron, reconocí la cara de uno de ellos. Cuando empezamos a conversar, lo primero que nos preguntaron era si se había ahogado uno de nosotros. Le explicamos que lo que había ocurrido el día de la salida fue un simple desencuentro y que después los acontecimientos fueron magnificados. Mientras charlábamos, tuve la sensación de que el oficial que me resultaba familiar también me reconoció. Así que le pregunté si él no había estado en un gomón buscando a dos kayakistas el año pasado y respondió que sí, recordando el hecho. Definitivamente, no era ni el momento ni el lugar para decirle que el supuesto ahogado de Ensenada había sido yo. La conversación siguió acerca de los kayakistas que casi cada año pasan por el lugar y comentó que una vez hasta pasó uno que iba solo. “Era yo” le dijo Esteban, como para que este buen hombre piense que los kayakistas “problemáticos” nos terminamos juntando. Le comentamos que pensábamos seguir hasta Punta Piedras y dejar atrás la zona de toscas donde el año pasado con Martín nos varamos, por lo que nos sugirió que entonces podíamos acampar en un lugar llamado La Monita, que parecía que tenía hasta un canal de ingreso para embarcaciones de poco calado. También nos recomendó que cuando pasemos por un destacamento de PNA ubicado antes de llegar a Punta Piedras, demos aviso de nuestra posición. Nos despedimos de los oficiales y, mientras nos acercábamos a donde se encontraban Gustavo y el Vikingo, le comenté a Esteban que sería mejor que la próxima vez que toque hablar con PNA se encarguen los otros dos que, al menos por ahora, no son tan conocidos o tristemente célebres. Volvimos al remo y en muy poco tiempo pasamos por las instalaciones del Quincho Castelli. Después de ver el lugar, todavía no puedo creer que Martín y yo lo hayamos pasado de largo el año pasado porque es muy visible desde el agua. La otra sorpresa fue la antena del puesto de PNA, porque tampoco recordaba haberla visto. Desde los botes no pudimos modular, así que me acerqué a la costa y les hice señas a unas personas vestidas de caqui que se veían en los alrededores de la antena, que terminaron acercándose para que les pudiera informar que pensábamos llegar hasta La Monita. Más adelante, cuando vi el galpón de la estancia donde está ubicado el faro, les comenté a mis compañeros que en esa zona nos habíamos varado el año anterior. Me tranquilicé mucho cuando comprobé que teníamos profundidad suficiente para remar un buen rato más y después de pasar al lado de los restos de una boya enfrente de la cual me había varado yo. Debido a que estábamos un poco cansados y encontramos una costa relativamente alta y accesible, decidimos detenernos antes de llegar a La Monita. El lugar donde nos detuvimos no tenía las características del utilizado el día anterior, pero parecía que serviría a nuestro propósito. Subimos los botes, armamos las carpas y amontonamos una gran cantidad de leña para la fogata acostumbrada.

Últimamente, el fuego lo venía encendiendo Gustavo porque el Vikingo no estaba teniendo éxito en iniciar los típicos fuegos nocturnos. Esa noche Néstor decidió cortar por lo sano y asegurarse de que la situación no se repitiera. Después de una serie de intentos infructuosos de encender las ramas con un encendedor, sacó una de las bengalas del Starloc y se aseguró que la leña ardiera. Cenamos a la luz del fuego, disfrutando de la imagen nocturna del río. Esta vez, Punta Piedras nos mostraba su mejor cara.

Miércoles 07/03/2007: Otro cumpleaños en el Salado.

Cuando salí de la carpa y vi que el agua no había bajado mucho, casi nada, me hizo sentir muy tranquilo tener la certeza de que esta vez, a diferencia de un viaje realizado el año anterior, Punta Piedras no nos complicaría la salida obligándonos a portear los botes centenares de metros sobre toscas y barro. Sin embargo, la jornada no estaría libre de dificultades porque soplaba un fuerte viento este, que seguramente nos produciría alguna complicación a los “vivos” que remábamos sin timón. No había transcurrido mucho tiempo de la salida, cuando pasamos frente a una casa al final de un pequeño canal que, supusimos, se trataba de La Monita. A partir de ahora casi no se verían árboles en la costa cercana al río, ya que la flora estaba conformada únicamente por unos pastos duros y bajos, paisaje típico de la bahía. Seguimos remando, mientras las olas y el viento nos dificultaban el mantenimiento del curso. Al mismo tiempo, se iba agravando una molestia que Gustavo venía sintiendo en el antebrazo izquierdo casi desde el día de la partida. El Vikingo, como era de esperarse en estas condiciones, iba en punta sin ningún esfuerzo. Unas horas más tarde, cuando pasamos enfrente de las antenas que supuestamente indicarían la ubicación de Pipinas, nos motivó saber que faltaba nada más que la mitad del camino. Al mediodía, Néstor nos avisó que por fin se veía la antena del destacamento de PNA del Salado. Llegamos a destino antes de las antes de las 14:00, cansados de haber remado con olas de costado todo el tiempo. Apenas bajamos, hicimos uno de esos almuerzos característicos de la vida del kayakista o, mejor dicho, del kayakista con escaso sentido del gusto que combina galletitas dulces con atún en aceite. Gustavo estaba más callado que de costumbre, preocupado porque lo que antes había sido una molestia se había convertido en una desagradable sensación cada vez que movía el antebrazo, como si entre los músculos hubiera arena. Le comenté que, lamentablemente, en mi primer viaje a Martín García terminé con una lesión igual, que me obligó a hacer un tratamiento durante 15 días en los que, obviamente, no pude remar. Después de instalarnos en un galpón con aspecto y olor de depósito de combustible, nos bañamos por primera vez desde la partida y partimos hacia una pulpería que hay cruzando el puente que se encuentra sobre el Salado. Mientras tomábamos unas cervezas para festejar mi cumpleaños, en el caso de que fuera imaginable un festejo en una pulpería al lado de la ruta 2 en el Salado (según el bendito plan el festejo iba a ser en el Canal 9, así que iba a ser un bodrio de cualquier modo), conversábamos acerca del problema que tenía Gustavo y tratábamos de buscarle una solución para que él pudiera continuar con nosotros pero sin arriesgar su salud o por lo menos sin arriesgarla demasiado, como para que no hubiera que amputarle el brazo si se complicaba la cosa. Ya era de noche cuando volvimos al destacamento, decididos a irnos a dormir sin cenar. El parte meteorológico para el día de mañana no era alentador, pero no nos preocupó demasiado la posibilidad de quedarnos un día allí. Parece ser que con la cantidad indicada de alcohol en sangre, las malas noticias no parecen tan malas. Teníamos la esperanza de que si Gustavo descansaba un día, podría recuperarse para seguir viaje.

Jueves 08/03/2007: Matando el tiempo en el Salado.

Desgraciadamente, el pronóstico meteorológico se cumplió y el efecto de la cerveza se había pasado. Por lo tanto, la lluvia estuvo presente casi durante todo el día, obligándonos a permanecer en ese galpón que olía a gasoil la mayor parte del tiempo. Cuando la misma se detenía, aprovechábamos para salir a caminar por las inmediaciones del destacamento, donde no había mucho para ver: algún auto que pasaba, algunos árboles, algunas casas, algunos barquitos pesqueros abandonados sobre las costas del río de márgenes barrosas y muchísimos cangrejos. Deberíamos encontrarnos camino al canal 1 y estábamos varados en el Salado, así que Mar del Plata estaba cada vez más lejos. Durante todo el día Gustavo alternó hielo y calor sobre el antebrazo, para intentar aliviar su lesión sin éxito. Lo más razonable parecía ser que dejara de remar para no agravarla. Por la tarde, el aburrimiento se me hizo tan insoportable que intenté inaugurar en el Salado la pesca de carpas al estilo esquimal sin ningún tipo de éxito. Antes de irnos a dormir, la gente de PNA nos pasó otro parte meteorológico alertando de la llegada de un frente frío y tormentas en la zona. A esta altura nos preguntábamos que habíamos hecho en la vida para merecer esto.

Viernes 09/03/2007: Las cosas se ven mal.

Después de firmar el último alerta meteorológico recibido en el Salado para que PNA tuviera una constancia de que partiríamos con conocimiento de las condiciones climáticas, fuimos poniendo los kayaks en el agua. Desde el muelle, Gustavo nos saludaba mientras nosotros remábamos hacia la desembocadura del río. Para variar, la salida se complicó en algún momento por la escasa profundidad, así que avanzábamos al estilo gondolieri, enterrando la cuchara en el barro e impulsándonos. La idea, según el bendito plan que teníamos antes del viaje y que estaba cada vez más lejos de concretarse, era salir del Salado y llegar hasta el Canal 9 describiendo una línea recta de dirección norte-sur. Ahora bien, esto tiene como consecuencia que durante una gran parte del viaje prácticamente no se vea la costa, lo que no es recomendable principalmente si uno es un referente del kayakismo choto. En total contradicción con el alerta meteorológico que anunciaba hasta granizo, el día estaba soleado y soplaba un moderado viento oeste que, conforme avanzó la mañana, se fue haciendo cada vez más intenso. Por lo tanto, el aumento de la velocidad del viento fue directamente proporcional a la cantidad de grados en que fuimos modificando el rumbo, en dirección hacia la costa. El sur se hizo sudoeste y más tarde, cuando el viento era muy intenso, navegábamos casi al oeste, buscando la boca del canal 15 porque nuestra velocidad era muy baja como para llegar al 9. Cuando divisamos la antena del destacamento policial de Cerro de la Gloria, supimos que estábamos cerca y navegamos contorneando la costa de la bahía para protegernos del viento hasta llegar a la desembocadura, con la intención de detenernos en el camping que hay unos 8 kilómetros aguas arriba. Bastó con comprobar que nuestra velocidad era de 3,3 km/h al momento de ingresar al canal para decidir que acamparíamos en el primer lugar alto que encontráramos, y eso fue lo que hicimos. Nos dirigimos hacia la margen derecha porque vimos algo que parecía ser una casa en medio de un monte. Subimos los kayaks a tierra, comimos algo y nos dedicamos a explorar las inmediaciones.

En el mejor de los casos, la casa parecía ser un refugio de fin de semana para pescadores, aunque también podía tratarse de una guarida de malvivientes, en cuyo caso, de volver los dueños de casa, podría llegar a cumplirse la profecía de los bebedores de Palo Blanco.... y nosotros podríamos pasar a ser la inspiración para una futura película llamada “Secreto en la Bahia”. Pero bueno, nadie apareció en el lugar así que hicimos lo que se nos dio la gana. Néstor llamó al 106 y, en lugar de ser atendido por PNA, se comunicó con la policía, quienes no tuvieron inconvenientes en avisar a la prefectura de nuestra situación. Esta vez el Vikingo hizo fuego sin necesidad de sacrificar ninguna bengala y nos sentamos alrededor de este para cenar una picada que acompañamos con algún tinto. En algún momento de la conversación, Esteban comentó “Si viene un frente frío, los vientos predominantes son del oeste y del sur”. Lo único que nos faltaba, un sur para el día siguiente. Pero no podíamos tener tanta mala suerte, todavía abrigábamos la esperanza de llegar al Canal 1 al día siguiente. Cuando el vino empezó a hacer efecto, nos fuimos a dormir sin armar la carpa, disfrutando durante el minuto y medio que aguantamos despiertos el hermoso espectáculo de un cielo estrellado mientras los cangrejos caminaban entre nosotros

Sábado 10/03/2007: Las cosas se ven peor.

Hoy se cumplían 8 días desde la fecha de la partida. El año pasado, con Martín habíamos tardado esa cantidad de tiempo para llegar desde Tigre hasta San Clemente. Nosotros habíamos salido de Ensenada, lo que representaba un día y medio de ventaja si lo comparamos con el viaje del año pasado y, con algo de suerte, al octavo día llegaríamos nada más que al Canal 1. Para colmo de males, el viento venía del sur como había pronosticado Esteban. Si no llegábamos al canal 1 y teníamos que conformarnos con llegar hasta el 9, íbamos a estar 5 o 6 días para cruzar la bahía, cuando la pensábamos hacer en 4 y se la ha realizado habitualmente en 3. Pero bueno, en ese momento las comparaciones sólo servían para amargarse. Si ese estado de ánimo le sumábamos el paisaje desolado de la bahía (agua, agua, agua y una línea en el horizonte que hace las veces de costa), el viento en contra, el agua de las olas que nos mojaba y el catálogo completo (porque las había de todos los tamaños y colores) de nubes de tormenta que teníamos encima (que arrojaron alguna que otra lluvia), el resultado era preocupante: una remada, una puteada, y así sucesivamente. La mayor parte del día remamos a una velocidad de entre 4 km/h y a veces arañando los 6 km/h, cuando mermaban las ráfagas de viento más intensas. Creo que a lo que estábamos haciendo ya no se lo podía denominar vacaciones.
Después de unas horas en el agua, ya era un hecho asumido que al canal 1 no íbamos a llegar en un plazo razonable, así que comenzamos a buscar, resignados, la boca del 9. Unos cinco kilómetros al norte, vi la entrada del canal que el año pasado con Martín confundimos con el 9. Todavía sigue firme en su lugar la boya que debe haberse desprendido del algún canal navegable y que facilita ubicar esta entrada desde lejos. Acampamos en un montecito de pequeños árboles ubicado justo en la desembocadura del canal 9, sobre la margen derecha.

Esta vez, marcando el 106, nos comunicamos con seguridad vial, a quienes hubo que explicarles que éramos tres kayakistas (aunque hubiera sido conveniente empezar la explicación diciendo lo que es un kayak) yendo para Mar del Plata así ellos le avisaban a PNA. Después de que los mosquitos se hicieron un festín, nos fuimos a dormir los tres a una sola carpa, así que Esteban aprovechó para deleitarnos con su repertorio de chistes verdes hasta que cerramos los ojos.

Domingo 11/03/2007: Norte.

A diferencia del día anterior, las únicas nubes en el cielo eran algunos cirros. Como hacíamos todos los días, desarmamos el campamento, cargamos los botes y remamos hacia las aguas del Río de La Plata. Sospechábamos que la dirección del viento había cambiado a nuestro favor, pero esperamos hasta salir del canal, libres de cualquier reparo, para confirmarlo. Era increíble, pero estaba soplando viento norte, aunque la intensidad era entre leve y moderada. Sin embargo, como los días previos el viento cobraba fuerza conforme pasaban las horas, nuestra suerte podía mejorar más tarde. Después de tantos días en los que casi nada de lo planeado salió bien, teníamos viento a favor. Dudábamos si sería factible llegar hasta San Clemente directamente desde el canal 9 pero de algo estábamos seguros: si había un momento para remar, era ese. Empezamos a surcar las aguas del río bastante entretenidos porque las olas se fueron haciendo más grandes y algunas podíamos barrenarlas. El pico de euforia más alto de ese día fue ver, a nuestra izquierda, un palito rodeado de agua que no era otra cosa que el faro de Punta Rasa. Tomándolo como referencia, hicimos que nuestras proas apuntaran a la derecha del mismo, con la intención de llegar hasta la Tapera de López. A medida que pasaban las horas y se reducía la distancia que nos separaba de San Clemente, se fueron haciendo visibles los montes, las antenas, los edificios, las playas de conchillas y la costa nos fue rodeando. Decidimos acercarnos al edificio más grande que se veía en la costa y fue una decisión acertada porque se trataba de la famosa Tapera, aunque en algún momento hasta llegamos a sospechar que íbamos a terminar entrando en Mundo Marino. Descendimos en el club, sacamos los botes del agua y nos instalamos en un quincho de grandes dimensiones, que amablemente nos facilitó la gente de allí. Para ir a la ciudad, aprovechamos la invitación de gente de PNA de Gral. Lavalle que se encontraba en la Tapera, que se ofreció a llevarnos en una camioneta. Hicimos una breve recorrida por el centro de San Clemente, cenamos y volvimos a la Tapera antes de las 22:00 para dormir, contentos porque nuestra perspectiva respecto del viaje había cambiado.

Lunes 12/03/2007: Sea kayaking.

La dirección del viento que soplaba era noreste, de intensidad moderada. Iba a ser nuestro primer día en el mar y convenía estar lo mejor preparados posible: antes de salir, atamos todo lo que llevábamos en la cubierta y no dejamos nada suelto en los cockpits de los kayaks. Salimos de la Tapera casi con viento en contra y poca profundidad, lo que hizo más lento el recorrido. Tocando el fondo con la pala, pasamos por una canaleta donde suelen verse los kitesurfers característicos de Punta Rasa y llegamos al lugar donde el río y el mar se mezclan, apareciendo el color verdoso y los movimientos lentos y pausados característicos de las aguas marítimas. Nuestro objetivo para el día de la fecha? Intentaríamos llegar hasta Mar de Ajó. A lo largo de la jornada, el viento nos ayudaría a veces porque se formaban lindas olas para barrenar y así aumentar nuestra velocidad por unos segundos. Después de dejar atrás Las Toninas, nos detuvimos en una playa solitaria para almorzar unas latas de frutas donde nos llamó la atención la gran cantidad de aguas vivas de considerable tamaño que las olas depositaban sobre la arena.

Continuamos el viaje y, a la altura de Santa Teresita, apareció una moto de agua de PNA para recibirnos. Por la hora del día, se nos iba a complicar seguir hasta Mar de Ajó, donde Esteban recordaba que había un destacamento de PNA. El sol iba a bajar en menos de dos horas, y los edificios de esta localidad se veían un poco lejos todavía como para llegar en tiempo y forma. Cuando nos enteramos que en Mar del Tuyú también había un destacamento, decidimos que nos detendríamos allí. Por lo tanto, terminamos saliendo del mar justo enfrente del puesto de PNA, gracias a la indicación de la moto de agua. Debido a la escasa extensión de las playas del lugar, no representó un gran esfuerzo trasladar los botes hasta una zona más alta, a salvo de la marea. Mientras disfrutábamos de las últimas horas de luz frente al mar, sintiendo que por fin estábamos de vacaciones (impresión favorecida por el avistaje de algunos ejemplares de la fauna femenina local), el prefecto del lugar nos relató un hecho reciente acontecido a un kitesurfer, el cual puede decirse que era una verdadera historia de terror. Esta persona había salido de Punta Rasa y el viento lo llevó mar adentro, sin posibilidades de volver. No se sabe muy bien como, después de horas de flotar a la deriva y sin tierra a la vista, creyó ver algo que parecía ser la costa. Levantó la vela y se dirigió a tierra, terminando en las cercanías del canal 9, después de estar extraviado casi 48 horas y de que PNA lo hubiera buscado con embarcaciones y el helicóptero. Debido a que no estábamos muy motivados para armar la carpa, le pedimos permiso al prefecto para tirar las bolsas de dormir en las cercanías del destacamento ya que no nos molestaba dormir en la calle si eso significaba poder salir más temprano al día siguiente. Mientras nos tomábamos unas cervezas enfrente de la playa, nos sentíamos experimentando de una vez por todas las vacaciones que habíamos imaginado.

Conversábamos acerca de los pronósticos que Erick, Alejandro y Gustavo habían vuelto a pasarnos y respecto de que nos restaban 90 kilómetros para llegar a Villa Gesell, por lo que estimábamos estar ahí dentro de tres días. Sin embargo, se nos ocurrió que podríamos intentar hacer dos jornadas de remo de 45 kilómetros para llegar a Villa Gesell el miércoles 14 de marzo. De lograr esto, tendríamos disponibles 3 días para llegar a Mar del Plata. No parecía imposible, pero tampoco parecía fácil ya que los 45 kilómetros marinos no son lo mismo que hacer la misma distancia en el delta. Después de reaprovisionarnos en un supermercado y de cenar unas empanadas en una rotisería, nos acomodamos con las bolsas de dormir estilo homeless en las inmediaciones del destacamento. A pesar de todo lo que había ocurrido, parecía que seguíamos en carrera hacia MDQ.

Martes 13/03/2007: Hallazgos.

Salimos bastante temprano, en parte porque no habíamos armado campamento y en parte porque estábamos muy cerca del agua, lo que simplificaba mucho los preparativos. El viento seguía siendo del este, dirección hacia la que había rotado la noche anterior, provocando que Esteban y yo nos quedemos sin reparo mientras estábamos durmiendo, así que comprobamos que es dura la vida del croto.

El día estaba soleado y fue muy placentero remar cerca de la playa, justo detrás de las rompientes, en dirección hacia Mar de Ajó. En esta localidad descendimos justo enfrente del destacamento de PNA, supuestamente con la intención de dar aviso de cuál sería nuestro próximo destino. Teniendo en cuenta que Esteban venía comentando desde el canal 9 que en Mar de Ajó fue el único lugar donde vio personal femenino en PNA, con el Vikingo sospechábamos que la intención en realidad había sido otra. En fin, quedará como una más de las tantas incógnitas del viaje.

Volvimos al agua después de comer una lata de frutas, sabiendo que hasta el faro el paisaje costero estaría conformado únicamente por médanos. A lo lejos, la delgada estructura del faro de Punta Médanos nos recordaba que deberíamos esforzarnos para llegar hasta allí y, de ser posible, continuar para reducir la distancia entre nosotros y Villa Gesell. Palada a palada, los kilómetros que nos separaban del faro se fueron reduciendo lo mismo que nuestras ganas de seguir remando, como suele ocurrir. En Punta Médanos nos detuvimos a esperar una camioneta de PNA que nos estaba buscando, así que cuando nos encontró le informamos que continuaríamos remando durante un par de horas más.

Cuando volvimos al agua decidimos que nos detendríamos exactamente en un horario acordado y eso fue lo que hicimos. Al menos yo, no soy de lo que creen en el destino pero a veces la realidad se comporta caprichosamente, como si intencionalmente quisiera que uno empiece a sospechar acerca de la existencia de un plan que guía nuestros actos y que no conocemos. Entre Pinamar y Punta Médanos, sobre la costa se ven nada más que médanos, así que da lo exactamente lo mismo detenerse en un lugar que en otro. No había diferencia entre descender de los botes en el lugar que lo hicimos que hacerlo 100, 200 o 300 metros al norte o al sur. Casualmente, a pocos metros del lugar elegido azarosamente para acampar, el Vikingo encontró leña seca, una bandera de Pino y una revista de mediados del siglo pasado que relataba cómo los rosarinos habían perdido, por la mano del hombre, una isla natural llamada la isla de los bañistas y que estaba ubicada donde ahora están los clubes náuticos. Podíamos considerarnos afortunados por el hallazgo, en parte porque entre los médanos era muy poco probable encontrar leña y en parte porque no tenemos idea de lo que hubiéramos encontrado si nos deteníamos en otro lugar (quizás en otra zona de la costa se encontraban los restos de algún naufragio, un campamento de ninfómanas, etc.) Néstor encendió una fogata y compartimos una picada y algunos tintos, mientras escuchábamos el sonido de las olas romper en la playa.

Miércoles 14/03/2007: Villa Gesell.

Después de disfrutar de la visión de lo que debe haber sido el mejor amanecer del viaje, empezamos a llevar los botes hasta dejarlos cerca del mar, terminamos de cambiarnos y uno a uno fuimos pasando la rompiente.

La intensidad del viento era leve, venía del noreste y las nubes que cubrían el cielo no auguraban lluvia, al menos en un corto plazo. Mientras nos acercábamos a Pinamar, apareció un semirrígido de PNA que se aproximó a preguntarnos si veníamos bien. Le respondimos que sí y seguimos remando, con la intención de detenernos en esta localidad para almorzar. Salimos del mar apenas pasamos el muelle que usan los pescadores, justo enfrente de PNA. Al almuerzo, que consistió en la acostumbrada lata de duraznos o ananá, esta vez se le pudo sumar música, ya que los parlantes que llevaba Esteban en los tambuchos, que únicamente se venían usando al final de la jornada de remo, estaban más accesibles porque íbamos menos cargados. El sol seguía ausente cuando volvimos a remar en dirección a la ciudad de Gesell, cuyos edificios se veían en ese momento como unas formas borrosas y grisáceas bastante lejanas. Entre las dos localidades, lo único que se ven son médanos de un lado y mar del otro, así que el paisaje, aunque agradable, por momentos es un poco monótono. La idea era detenerse en PNA de Gesell, así que continuamos remando casi hasta donde termina la ciudad. Cuando bajamos, los guardavidas nos ayudaron a llevar los botes desde la playa hasta la guardería del Club de Pesca, Caza y Náutica de Villa Gesell, donde también nos permitieron acomodar las bolsas de dormir para pernoctar. Antes de irnos a dormir, uno de los guardavidas nos llevó en su auto hasta una parte de la ciudad donde encontraríamos un supermercado y una farmacia en la que Néstor compró un calmante para uno de sus ojos. También fuimos a un cyber para consultar el pronóstico del tiempo y lo que vimos nos preocupó: se pronosticaban dos días de sudeste intenso, lo que complicaría mucho nuestra llegada a MDQ. Cuando volvimos al club, se comunicaron con nosotros desde el canal de televisión local porque deseaban hacernos una entrevista, así que concertamos una cita para el día siguiente a las 08:30. Cenamos un espectacular asado preparado por Leo, uno de los guardavidas de allí que Esteban había conocido en su viaje anterior, y
nos fuimos a dormir, casi seguros de que al día siguiente deberíamos encontrar el modo de entretenernos en Villa Gesell.

Jueves 15/03/2007: Chotin’ Surfing

Parecía que el windguru no se había equivocado... y si lo había hecho, había pecado de optimista. Después del esfuerzo que hicimos para disponer de tres días para llegar a Mar del Plata (jueves, viernes y sábado) holgadamente, la intensa sudestada anunciada nos obligó a quedarnos en tierra. Por la mañana, vinieron una periodista y un camarógrafo del canal local de Villa Gesell a hacernos la entrevista acordada. Después, con Esteban nos fuimos a caminar unas cuadras por los suburbios mientras el Vikingo era conducido al hospital por el presidente del club así se hacía chequear el ojo. Aprovechamos para ver cuál era el pronóstico para el día siguiente y, desafortunadamente, el sudeste seguiría soplando, así que probablemente nos quedaríamos otro día sin remar. Después de almorzar, se ve que estábamos muy aburridos porque con Esteban no tuvimos mejor idea que meternos al mar a surfear las olas provocadas por la sudestada. Evidentemente, se encarnó en nosotros el espíritu del kayak surfer e intentamos emular a estos personajes que la tienen muy clara y que con botes de más o menos 2,30 metros hacen flat spins, enders, carthwheels, air loops, donkey flips, helix, etc. Bueno, nosotros, con nuestros botes de 5,50 metros, la única piruetita que hicimos fue el gorring-swimming (esto es, ponerse el bote de gorro y salir nadando) unas cuantas veces. Podríamos intentar justificar nuestra pobrísima performance argumentando que las olas tenían dimensiones importantes, que hacía frío, que había viento... la triste realidad es que somos simplemente chotos y no hay mucho más que decir. Después de brindar ese patético espectáculo (que encima está documentado fotográficamente) nos cambiamos y nos fuimos caminando hasta el centro, dimos algunas vueltas y terminamos cenando en Carlitos, un clásico de Villa Gesell.

Viernes 16/03/2007: Seguimos en Gesell.

El sudeste seguía soplando firme, y seguiría así a lo largo del día. Durante la noche anterior, habíamos estado hablando de cómo íbamos a hacer para llegar a MDQ si recién podíamos volver a remar el sábado por las condiciones climáticas. Personalmente, prefería remar únicamente hasta el sábado y encontrarme en Buenos Aires el domingo, así podía ultimar algunos detalles para un viaje a Mendoza. La situación de Esteban y el Vikingo no era la misma: ellos, si se complicaban las cosas, podían seguir remando hasta el lunes inclusive. Disfruto del remo y me gusta hacerlo sin ningún tipo de presión, por lo que no me gustaría encontrarme en una situación en la que tenga que presionar a alguien más por algún motivo exclusivamente personal. Nos separaban más o menos 90 kilómetros de MDQ y seguramente podrían hacerse en dos días con buen tiempo, aunque si las cosas se complicaban, no sería tan fácil bajarse del viaje más adelante. Por estos motivos, tomé la decisión de volverme a Buenos Aires desde Gesell, decisión de la que hasta el momento no me he arrepentido.... aunque si más adelante tengo ganas de hacer este viaje y no encuentro con quien realizarlo quizás cambie de opinión. Durante el último día que estuve con ellos nos dedicamos a caminar por los suburbios al sur de la ciudad y hacia el final de la tarde visitamos el célebre bosque donde está ubicada la casa del fundador de la localidad. Por la noche cenamos en un tenedor libre y después me subí a un micro de larga distancia, llegando a Buenos Aires por la mañana del sábado. Mientras yo me encontraba en mi querido Cabo Blanco (después de renunciar al asado en el Hispano en el que Erick festejaba su cumpleaños, lo que da una idea de cómo el remo puede afectar el funcionamiento mental de una persona trastornando cualquier escala de valores), Esteban y el Vikingo seguirían disfrutando de la navegación en el mar.

Sábado 16/03/2007: La Reserva

El mal clima de los días previos había terminado y la naturaleza nos permitía volver al mar. Desde temprano estuvo soleado, así que a las 7 de la mañana ya estábamos preparando todo con muchas ganas de irnos de Gesell, luego de permanecer dos días allí. Al poco tiempo de remar divisamos el faro Querandí, hacia el cual nos dirigimos y donde nos detuvimos para almorzar.
Sin perder más tiempo, volvimos a remar, dudando de forma casi permanente respecto de lo que iba a hacer el clima con nosotros. Desde que habíamos salido de Gesell, se veía una formación nubosa de aspecto dudoso hacia el sudoeste, la cual se nos acercaba cuando estábamos próximos al faro.
Cuando salimos del faro, después del almuerzo, el cielo se nubló por completo y el viento del noreste aumentó levemente, al mismo tiempo que veíamos lluvias alrededor nuestro.
Seguimos remando, aunque lo hicimos cortando clavos. Nuestra intención era remar hasta las 18:30, pero la rotura de los comandos del timón del vikingo, adelantó la retirada a tierra.
Con los últimos rayos del sol, reparamos el timón en la costa. Un guardaparques de la reserva, que nos había estado observando algunos kilómetros atrás, se acercó en su cuatriciclo hasta nosotros. El hombre, de trato cordial, nos permitió acampar, nos tomó una fotografía y nosotros le retribuímos el gesto dándole un par de analgésicos que necesitaba porque la farmacia de la reserva ya había cerrado. Cuando el guardaparques se marchó, volvimos a disfrutar de la naturaleza, el mar y la soledad. Encendimos un fuego y preparamos una cena con ingredientes varios, los últimos que restaban dentro de las bodegas de los botes. Antes de dormirnos al aire libre, “arrullados” por el sonido de la música seleccionada por mí (Iron Maiden, Ozzy, Nirvana, Led Zeppelín, Kiss, etc.), terminamos las tres últimas botellas de vino tinto.

17/03/2007: MDQ.

Como suele ocurrir en cada última etapa de todo viaje, surgía la nostalgia como resultado de saber que la travesía se terminaba. Si hubo un día en el que nuestra memoria se dedicó a recuperar recuerdos de los días previos, fue este. A diferencia de unas cuantas ocasiones anteriores, parecía que la última jornada de remo se llevaría a cabo en un espléndido día soleado. Después de despertarnos, todos mojados por el rocío que cayó sobre nosotros la noche anterior, desayunamos agua y galletitas mientras veíamos al mar mostrándonos su mejor cara, como invitándonos a remar en él. En apariencia, la única complicación sería un banco de niebla en nuestro rumbo a seguir.
Después de recoger unos caracoles de la playa, nos fuimos con muy poca indumentaria para remar. Una vez que superamos pequeñas rompientes, que así y todo tuvieron lo suyo, ya que el Vikingo recién pudo entrar después del tercer intento, no podíamos creer el magnifico día que hacía. El mar era como una pileta. Ondas muy suaves y largas, nos permitían disfrutar a pleno de la navegación en el mar. En esta oportunidad si valía la pena remar y el cubrecockpit termino viajando entre los elásticos de la cubierta. Dada la favorable situación, decidimos apuntar derecho a Mar del Plata, según lo indicado por el GPS. A poco mas de dos horas de partir, la niebla se despejó y el Vikingo con su formidable vista divisó algún edificio de la ciudad. De esta manera logramos alejarnos mas de lo acostumbrado de la costa sin temores. Al mediodía, nos faltaban aproximadamente 25km, y la deriva nos era favorable, sin remar muy lentamente avanzábamos hacia MDQ sin problemas. Hicimos tranquilamente todo lo que antes no habíamos podido realizar en el mar, zambullirnos, nadar, destapar tambuchos en la búsqueda de comida y fasos, abrir latas de fruta en cubierta y hasta hablar por celular. Luego de esta gran parada, continuamos remando, mientras la ansiedad por llegar aumentaba, y el deseo por tocar tierra firme también. A unos 15kms de llegar, el viento norte aumentó, en consecuencia las olas también, obligándonos a ponernos nuevamente el cubrecockpit.
Barrenar pasó de ser una actividad entretenida a convertirse en preocupante cuando estábamos cerca de MDQ. Desde lejos, apareció un lobo marino que por momentos parecía que venía a recibirnos y que hasta nos saludaba con una de sus aletas. Evidentemente, el sol, el agua salada y la soledad (sin mencionar los vinitos nocturnos) terminan afectando el funcionamiento mental y la gente se imagina cosas. Cuando nos arrimamos, el animal se alejó presuroso. Cuando estuvimos cerca de la playa Bristol, buscamos el sector donde hubiera menos gente y hacia allí nos dirigimos, terminando en el mejor y el más sencillo de todos los desembarcos, a eso de las 16:15.
Después de descansar un poco, nos fuimos hacia el puerto en búsqueda de algún club náutico para que por tierra nos viniera buscar el camión. Cuando salimos de la playa, el viento se había puesto más fuerte, las olas más altas y puntiagudas, por lo que gorrearse pasó a ser un hecho más probable. Sin embargo, volcar no era una opción porque las playas se habían terminado y la costa era menos “amigable”.
Después de dejar pasar a un crucero que venía de pesca, entramos entre las escolleras de acceso al puerto, buscando algún club. De ese modo, llegamos al Centro Naval, donde prácticamente podríamos decir que en buenos términos y respetuosamente, no nos aceptaron, y nos sugirieron ir a clubes. Así, terminamos en el YCA, donde pudimos ducharnos, tomar apenas una cerveza y cargar todo en el camión para emprender el regreso. Así terminamos el viaje con el Vikingo, viaje complicado desde el inicio y complicado hasta el final, al punto de no poder degustar una cerveza bien fría para celebrar la llegada.... lo que es algo muy malo.

travesia Santa Fe / Tigre 2006







El martes 19/09 Pablo, Héctor y yo llegamos a la ciudad de Rosario, donde fuimos recibidos por Pepe Suárez y Beto Soriano. Estos amigos, que oficiaron de guías turísticos, nos llevaron a recorrer la costanera de la ciudad e hicieron gestiones para que encontráramos un lugar donde dormir.
Durante la noche de ese mismo día, organizaron una reunión en una pizzería en la que estuvieron, además de ellos dos, “Pepo” Cano, Gerardo Weir, Paco Vignati y “Toto” Soria.
Al día siguiente, durante la mañana, nos ocupamos de comprar los víveres comunes a todos los botes: latas de lentejas y arroz ya preparado, latas de atún, fideos, galletitas saladas y dulces, etc. Aproximadamente a las 14:00, Pablo y yo nos subimos a un micro que nos llevaría hasta Santa Fé, mientras que Héctor iría hasta Granadero Baigorria para reunirse con Damián “Chapita” Figueroa, encargado del traslado de los botes.
El viaje que realizamos con Pablo fue bastante breve y a las 16:30 ya nos encontrábamos en el Club Náutico El Quillá, lugar de la partida y en el que Jorge “Chiquito” Torres es instructor de canotaje.
Cuando llegamos, algunos de los alumnos de Chiquito estaban practicando técnica de paleo sobre un banco, mientras el resto remaba en la laguna que se encuentra entre la ciudad y las instalaciones del Club. Sobre la rampa, se encontraba el kayak que Jorge usa para sus travesías: el Inga, embarcación cuyo diseño es producto de las reflexiones surgidas en cuatro horas de mates que compartieron Chiquito y un amigo, en las que conversaron acerca de cómo debería ser un bote de travesía. Probablemente, este kayak sea uno de los botes para viajar más rápidos de los que se fabrican en el país.
En la botera del club, a excepción de uno, todos los kayaks eran para competición en velocidad. Sin embargo, debajo de una de las camas, apoyado en el suelo, se encontraba una réplica en PRFV del que quizás haya sido el bote de creek más popular años atrás: el Eskimo Topolino, que en nuestro país construyó SDK y que se utilizaba para jugar al kayak polo en los lagos de Palermo.
Después de las 18:00, llegó la camioneta de Chapita con los 4 dobles y el Narval del Toto Soria. Descargamos las embarcaciones y los bolsos, preguntándonos si lograríamos estibar todas esas cosas durante la mañana del día siguiente. Después, Chiquito aprovechó para informarnos cómo deberíamos proceder al día siguiente ya que el predio del club no tiene acceso directo al río. Para ello hay que salir por una puerta lateral, subir hasta una autopista de doble carril bastante transitada y descender por una barranca de piedras artificial de unos dos metros de altura. Parecía que no iba a ser nada fácil.

21/09: Santa Fe - Diamante
A la madrugada, cuando no había un mínimo resplandor en el cielo anunciando el nuevo día, la puerta de la habitación donde Pablo, Héctor, Toto y yo nos encontrábamos durmiendo, se abrió y escuchamos unos saludos. El Tano, Jorge, Aldo, Erick y el Vikingo acababan de llegar desde Capital Federal, completando la tripulación de los 4 kayaks dobles que esperaban que los pusiéramos en el agua.
Mientras desayunábamos, aprovechamos para poner a nuestros recién llegados compañeros de los acontecimientos de los últimos días, al mismo tiempo que esperábamos la llegada de Chiquito. Los que unos pocos minutos antes se habían bajado del micro nos comentaron que el viaje había transcurrido sin novedades de importancia, salvo el hecho de que la “cena” de a bordo dejó bastante que desear.
Cuando terminamos de desayunar llegó Chiquito y empezamos a trasladar los botes y el resto de las cosas lo más cerca posible de la puerta lateral del club. Después, teníamos que subir hasta la autopista y llevar lo que estuviéramos transportando hasta el guard-rail, esperar a que no viniera ningún vehículo, y cruzar el segundo carril. Una vez que nos encontrábamos del lado de la ruta, debíamos caminar unos 50 metros hasta donde se encontraba un muelle flotante, al que se accedía por un sendero de tierra.
No recuerdo cuántos viajes hicimos para trasladar todo, pero al menos no tuvimos que arrastrar los botes sobre las piedras para bajarlos al agua, que es lo que en un primer momento supusimos que ocurriría. A las 09:00, los cuatro botes dobles y los dos singles, el Narval de Toto y el Inga de Chiquito, estaban listos para zarpar. Los dos últimos nos acompañarían únicamente durante una parte del raid: Jorge lo haría hasta Diamante y el Toto hasta Rosario.
No lo podíamos creer, pero habíamos podido guardar todo lo que pensábamos llevar y únicamente habían quedado un par de bolsas secas que viajarían sobre las cubiertas de los Sherpas.
La navegación se inició por un canal que nos conducía directamente a uno de los tantos brazos del Paraná denominado Paraná Viejo. Jorge nos anunció que en este curso la corriente sería en contra, por lo que nos recomendó acercarnos todo lo que pudiéramos a los juncos que había junto a la costa. Después de menos de una hora de remo, llegamos a la desembocadura del canal, pudiendo observar un escenario distinto del que estamos acostumbrados y que, aún no lo sabíamos, se repetiría en los días siguientes.
Todos sabemos que, al menos teóricamente, se considera que una isla es una superficie de tierra rodeada de agua. En la primera sección del delta, lugar de nuestra práctica habitual de remo, las islas generalmente están separadas entre sí por arroyos muy estrechos, dándonos la impresión de que el agua se abre camino a duras penas entre la tierra, como si fuera esta última la que rodea a la primera.
En el lugar en el que nos encontrábamos esa mañana, la primera de primavera, a casi 500 kilómetros de Tigre río arriba, las islas estaban claramente separadas entre sí, rodeadas por grandes extensiones de agua de color león. A medida que nuestra navegación por este río avanzaba, notamos que nuestros kayaks eran las únicas embarcaciones que lo recorrían. Sobre la superficie, flotaban varios bidones, estáticos, como si la corriente no los hiciera derivar, indicando la presencia de trasmallos sumergidos, por lo que concluimos que nos encontrábamos en una zona donde el tránsito no era habitual.
Poco antes de detenernos al mediodía para almorzar, los tripulantes de los Asiak dobles solicitaron al Toto el nylon que suele colocar debajo de la carpa a modo de aislante e improvisaron una vela, que resultó lo suficientemente efectiva como para recorrer algunos kilómetros sin remar mientras los aguardábamos en la costa.
Para almorzar, abrimos un par de latas, de esas que traen arroz listo y las mezclamos con otras de atún, acompañándolas con galletitas. Cuando retomamos la remada, unos kilómetros río abajo de donde nos habíamos detenido a almorzar, nos encontramos con una bifurcación del río. A la izquierda, sobre la margen izquierda del Paraná, observamos una inmensa cuchilla, paisaje típicamente entrerriano, según nos comentó Chiquito. Nos desviamos hacia el brazo izquierdo de la bifurcación, ingresando al río Paraná propiamente dicho, reconocible por la presencia de las típicas boyas de veril rojas y verdes. Estábamos un poco distanciados en ese momento, así que nos detuvimos en una isla con un inmenso arenal ubicada a un par de kilómetros río arriba de la boca del arroyo Las Arañas para reagruparnos.
Una vez que la flota volvió a estar reunida, cruzamos el Paraná aproximándonos hacia la costa entrerriana, buscando la boca del arroyo Las Arañas, que nos conduciría directamente al Club Náutico Diamante. Llegamos a la playa del club a las 17:45, después de navegar 52,9 km a una velocidad promedio de 8 km/h.
Nos recibió el encargado del club, un joven muy amable quien nos indicó que, si lo deseábamos, podríamos utilizar un quincho para dormir. En un primer momento llevamos hasta el quincho los elementos que necesitaríamos durante la noche, pero después decidimos acercar también los kayaks por recomendación del muchacho.
Mientras nos instalábamos, el hijo de Chiquito y unos amigos llegaron a buscarlo a él y al Inga. Sin embargo, el kayak debió ser dejado en Diamante porque el vehículo no estaba en condiciones de llevarse el bote. Mientras caía la tarde, Chiquito se despidió de nosotros deseándonos la mejor de las suertes. Minutos después, el encargado del club volvió a aparecer ofreciéndose a llevar en su camioneta a aquellos que quisieran ir hasta Diamante.
La propuesta fue aceptada por la mayoría, con la excepción de Aldo, Néstor y yo, que preferimos quedarnos en el quincho para dedicarnos a preparar la cena. Sin embargo, antes de la comida, nos acercamos a unas casas en las proximidades del puerto buscando un lugar dónde pudiéramos tomar alguna bebida espirituosa.
Tuvimos suerte y encontramos un comercio algo rústico donde vendían comidas preparadas y había unas mesas dispuestas como para sentarse allí si uno lo deseaba. Mientras tomábamos una cerveza en ese lugar, nos llamaron la atención dos cosas: la gran cantidad de afiches de buena calidad anunciando encuentros de motoqueros en Diamante ocurridos en distintos años y la piel de un yacaré colgada de la pared. Terminada la bebida, volvimos al club, preparamos los fideos, cenamos y nos fuimos a dormir antes de que regresaran los demás.

22/09: Las islas.
A las 06:00, sonó el despertador de Héctor, simulando el canto de un gallo, sonido que conforme fueran pasando los días sería cada vez más familiar. Teníamos intenciones de estar en el agua a las 08:00 pero, como suele ocurrir, nos llevó unas tres horas desayunar, guardar los distintos elementos que habíamos bajado y trasladarlos, junto con los botes, los casi 100 metros hasta las aguas del arroyo Las Arañas.
Durante el desayuno, Erick nos comentó que el encargado del club, demostrando una excelente predisposición, los llevó en la camioneta a hacer reaprovisionamiento de algunos víveres y, en una especie de visita guiada por el pueblo, les informó que allí se llevaba a cabo el encuentro de motoqueros más importante del cono sur, lo que explicaba la presencia de los afiches.
Durante la corta distancia que remamos para llegar hasta el Paraná, pudimos apreciar con más detalle las torres ubicadas en el puerto de Diamante y que se utilizan para cargar cereales en los barcos.
Uno de nosotros comentó que éste había sido un puerto muy importante alguna vez. Como casi siempre ocurre cada vez que se recorre parte de nuestro territorio, abundan los lugares que en algún momento gozaron de bonanza económica pero que ahora han perdido ese esplendor.
Antes llegar a la desembocadura del arroyo, sobre la cima de la barranca, la presencia de una estatua de dimensiones importantes, representando a una mujer envuelta en una túnica, llamó nuestra atención. Cuando llegamos al Paraná, río al que Héctor denominaba “la cinta transportadora”, nos acercamos a la margen derecha para alejarnos de un remolcador de empuje paraguayo que navegaba en sentido opuesto.
Esa mañana soplaba viento de dirección noreste que, si se ajustaba a lo previsto en www.windguru.com, debería promediar a lo largo del día los 24 km/h. Es probable que haya sido así porque en la primera mitad del día se formaron algunas olas, permitiéndonos intentar algunas barrenadas. En uno de estos intentos, el Tsunami II llegó a alcanzar los 16,5 km/h
La tripulación de los Asiak decidió aprovechar el viento favorable y siguieron los experimentos con la vela, implementándose distintas versiones del catamarán que se formaba con los dos kayaks: los tripulantes de adelante sostenían la vela mientras los dos de atrás mantenían los botes juntos, o los dos de atrás remaban, o entre todos sostenían dos velas. Sin embargo, no alcanzaban la velocidad suficiente como para que navegáramos todos juntos. Por esta razón, los dos Sherpas veníamos encabezando el grupo, el Narval a la mitad de la formación y, detrás de él, los Asiak.
Nos pareció que el Toto venía un poco complicado para mantener una buena velocidad por el efecto de las olas y el viento en combinación con un bote que no tenía timón y que no parecía ser de los más estables. Con el Vikingo decidimos esperarlo y, cuando nos alcanzó, nos comentó que su kayak se estaba llenando de agua porque había salido de Diamante sin ponerse el cubrecockpit.
Lo acompañamos hasta la costa más cercana para que pueda achicar el Narval y colocarse el faldón, mientras el resto del grupo se reunía en medio del canal, dejándose flotar corriente abajo, aguardándonos. A medida que la navegación continuaba íbamos dejando atrás las boyas que indican el canal, sorprendiéndonos cuando descubríamos alguna muy cerca de la costa, concluyendo que seguramente se habría desprendido de aquello que la unía al fondo.
Antes del almuerzo, vimos otro remolcador que venía en nuestra misma dirección y terminó pasándonos. Esta embarcación y algún rancho de vez en cuando, eran los únicos indicios de la presencia de otros seres humanos en el lugar donde nos encontrábamos. Después de una curva del Paraná, descubrimos un inmenso banco de arena sobre la margen izquierda del río. Para acercarnos al lugar, salimos del canal principal y navegamos sobre un curso de agua de poca profundidad delimitado por la costa, de un lado, y una pequeña isla, del otro.
En el medio de este curso de agua, que seguramente era parte del Paraná, se encontraba varado un casco o, mejor dicho, los pocos restos de lo que en algún momento debió haber sido una embarcación. Cuando llegamos al arenal, descendimos de los botes teniendo la precaución de mirar dónde pisábamos porque habíamos recibido muchas advertencias respecto de las rayas y bajamos algunas latas para almorzar.
Mientras nos preparábamos la comida, el Toto estaba interesado en buscar una explicación al extraño comportamiento de dos viejas de agua, aparentemente moribundas, que se encontraban con casi la mitad del cuerpo afuera del agua. Durante el almuerzo, Pablo nos comentó que al bajar había tenido la sensación de pisar un cuerpo gelatinoso, lo que nos condujo a reforzar de aquí en más nuestras precauciones respecto de las rayas.
Concluido el almuerzo, volvimos a navegar y la intensidad del viento fue mermando. Deseábamos ver cuanto antes la boya del kilómetro 480, que era el destino pautado para esa segunda jornada de remo, así podríamos acampar con luz. Afortunadamente, pasamos lo suficientemente temprano por este lugar y decidimos continuar todo lo que fuera posible, aprovechando que aún era de día.
Aproximadamente a las 16:15 llegamos a la denominada Isla de los Pájaros. Coincidiendo con lo previsto por el servicio meteorológico de www.windguru.com, el viento noreste estaba dando lugar a un viento de dirección sudoeste cada vez mas intenso, confirmando una vez más el dicho popular de los navegantes “norte duro, pampero seguro”. Por este motivo, lo más conveniente era ganar cuanto antes la costa, en caso de que las condiciones climáticas fueran haciéndose cada vez más ásperas. Descendimos en una playa de arena de la mencionada isla, que debe encontrarse probablemente a la altura de la boya 474.
Con excepción de lo que nos parecieron ser un par de viviendas precarias ubicadas en una de las márgenes, la que está en el extremo norte de la isla, no había otros indicios de seres humanos en el lugar. Apenas desembarcamos, Héctor nos informó los números de la jornada: habíamos remado 58 kilómetros a una velocidad promedio de 9,9 km/h.
Después de cambiarnos la ropa, cada uno comenzó a buscar un lugar apropiado para instalar las carpas. En general, todos nos instalamos a relativo reparo del viento y a unos 10 metros de distancia del agua. El Toto, como buen baqueano, probablemente haya encontrado la mejor ubicación para la carpa porque, pese a que el viento sopló toda la noche superando sin lugar a dudas los 20 km/h, no necesitó ponerle estacas al sobretecho. Debido a que la mayoría de las otras carpas estaban dispuestas muy cercanas entre sí, se producirían, a lo largo de la noche, tropiezos varios con los tensores o las estacas.
Concluida la instalación, Toto inició la preparación de la cena que consistiría en un guiso de lentejas y, junto con Pablo y Aldo, hicimos los papeles de ayudantes de cocina, atendiendo a las indicaciones que nos daba el “chef”.
Erick aprovechó para comunicarse con Leandro, su hijo, para pedirle que averigüe las condiciones climáticas del día siguiente. Mientras los “cocineros” pelábamos papas o trozábamos tomates, el Vikingo se entretenía amontonando leña sobre la playa con la intención de hacer fuego.
Evidenciando una forma de pensar bastante catastrófica, casi todos manifestamos nuestra preocupación por la posibilidad de tener un fogón encendido a tan poca distancia de las carpas, por la gran cantidad de pastos secos que nos rodeaban y la intensidad del viento. Creo que hicimos todo lo posible para que el Vikingo desistiera de su proyecto y tuvimos la suerte de que no nos hiciera caso.
Jorge Villanueva, por su parte, aprovechaba los últimos minutos de luz para organizar un trekking por la isla convenciendo a Héctor, el Tano y a Erick de seguirlo.
Un rato después, a la luz de un fogón, en la playa de una de las tantas islas del Paraná, en dos ollitas ennegrecidas por el uso intenso, se cocinaba un delicioso guiso de lentejas con los ingredientes más diversos y al que hubo que agregarle fideos para que nadie se quedara con hambre.
Para la hora del postre, el Vikingo abrió un par de latas de duraznos en almíbar y, por último, a modo de broche de oro, el Toto preparó un té de sabor dulzón con hojas de una planta denominada salvia que crecía en el lugar. Antes de irnos a dormir, estuvimos charlando alrededor del fogón, rodeados de la más completa oscuridad, situación aprovechada por un par de bromistas, uno de los cuales se dedicó a arrojar elementos pirotécnicos y el otro a realizar apariciones súbitas de entre los pastos.

23/09: Pampero
Esa mañana, cuando nos acercamos al agua, comprobamos que la suerte se mostraría más mezquina durante esa jornada. La dirección del viento seguía siendo la misma que la de la noche anterior y, pese a que la corriente continuaba a nuestro favor, esto produciría sin lugar a dudas una merma en nuestra velocidad de crucero.
Cuando partimos de la Isla de los Pájaros, todos los botes, excepto el Inti Tata tripulado por Aldo y Erick, cruzaron hacia la margen izquierda del Paraná.
El Asiak, color granate y blanco, comenzó a navegar paralelo a la costa de la isla que abandonábamos, recostado contra la margen derecha, y continuó navegando así hasta que en un momento casi no lo podíamos ver.
Nosotros, del otro lado del río, veníamos a poca velocidad para no dejar al Toto atrás, ya que por las olas y por llevar una pala sostenida en los elásticos de la cubierta, perdía mucho tiempo en hacer los apoyos para evitar volcar.
Pese a la baja velocidad, la navegación era muy divertida al menos para los que estábamos sobre embarcaciones más seguras porque las olas de proa hacían que el kayak subiese y bajase, con las salpicaduras consecuentes.
Habíamos avanzado muy poca distancia cuando nos pareció ver que los tripulantes del Inti tata habían descendido en la costa opuesta, en un arenal bastante grande que se encontraba al reparo de una barranca. Le comentamos a Héctor que sería recomendable que nosotros cruzáramos para que ninguno de los botes se encuentre solo a tanta distancia del resto. Héctor estuvo de acuerdo, así que el Sherpa que él tripulaba junto con el Tano seguiría navegando en grupo con el Yemanyá y el Narval del Toto.
En el preciso instante en que intentábamos cruzar el Paraná, con la proa del Walhalla apuntando hacia donde se encontraban Aldo y Erick, el Vikingo me hizo notar que el timón no estaba funcionando bien. No podía precisar que estaba ocurriendo exactamente, pero la pedalera no respondía y la hoja se había trabado. Debido a que el kayak no tenía instalado el cabo para izarlo, comenzamos a derivar hacia la derecha cada vez que intentábamos acercarnos a la costa. Como si los problemas no fueran suficientes, una ráfaga de viento arrancó la gorra del vikingo que cayó al agua. Intentamos rescatarla, pero después de dar un par de vueltas alrededor de la misma sin éxito, concluimos que no era posible hacerlo en un tiempo razonable y decidimos abandonarla.
Pasado un buen rato, alcanzamos la costa en el lugar donde se encontraban Erick y Aldo. Subimos el timón y remamos unos 200 metros Paraná abajo, hasta un sector de la misma isla donde se encontraba el resto del grupo detenido, a la altura del kilómetro 460.
Este alto, que debería haber sido una breve parada, derivó en el almuerzo de la jornada. Mientras el Toto cebaba unos mates con agua del río calentada en un fogón, Aldo y Willie laminaban la pedalera del timón del Walhalla con elementos del kit de reparacion que transportaba el Yemanyá, que tenía resina, acelerador y fibra de vidrio.
Mientras esperábamos que la pedalera se terminara de secar, observábamos algunas barcazas de esas que se usan para transportar containers fondeadas en la margen opuesta.
A partir de aquí, la presencia humana sería cada vez más evidente por las distintas construcciones que encontraríamos. A medida que nuestros kayaks avanzaban por el Paraná, el paisaje podía resumirse en cerealeras, buques de ultramar fondeados aguardando que sea su turno de cargar y barrancas en toda la costa. Sobre éstas podían verse algunas casas, siendo las primeras las de la localidad de San Lorenzo. Después de unos kilómetros, aparecieron las inconfundibles columnas del puente que une la ciudad de Rosario con la de Victoria.
En esta zona el tráfico de las embarcaciones era mayor y las había de todo tipo: buques, chatas, veleros y lanchas. Una de estas últimas que venía a poca velocidad fue aprovechada por Pablo y Jorge, quienes literalmente se tomaron de la banda de babor para ser remolcados, cuando nos encontrábamos a la altura de Granadero Baigorria.
Cuando estábamos cerca del puente, nos adelantamos para esperar al Toto en la guardería de Puerto de Palos, así nos entregaba algunas cosas que llevaba en su bote porque no teníamos mas lugar en los nuestros. Cuando estábamos por desembarcar, vimos a un windsurfista local navegar su tabla a alta velocidad delante de los buques, aprovechando al máximo ese mismo viento que a lo largo del día nos había entretenido pero al costo de retrasarnos.
A las 17:45 llegamos a la dársena del Rosario Rowing Club, lugar en el que nos permitirían dormir gracias a la gestión realizada por Beto Soriano.
Lamentablemente, Erick llegó sintiéndose bastante mal como resultado de haber comido ese picadillo de carne enlatado llamada viandada. Cuando llegamos al club nos esperaban las autoridades, que nos indicaron que podríamos utilizar el gimnasio para dormir y nos indicaron la ubicación de las duchas.
En un primer momento pensábamos dejar los botes cerca de la rampa, pero nos sugirieron guardarlos en un galpón debido a que los sábados a la noche es probable que ingrese gente desde un local bailable lindero al club. Al final, optamos por dejarlos dentro del mismo gimnasio para disponer mejor de las cosas guardadas en el interior. Cuando estábamos trasladando los botes apareció Sebastián Muñoz de Palas Matrix a saludarnos, y nos brindó su ayuda. No pasó mucho tiempo más para que aparecieran Beto Soriano y Pepo Cano. El primero, como buen anfitrión, quería asegurase de que nos habían atendido bien en el club y vino a sugerirnos que colocáramos, en las ventanas del gimnasio, papel para que el sol no nos moleste por la mañana. Como no podía ser de otro modo, él se había encargado de llevar un rollo de papel y cinta. Pepo venía a ver cómo la estábamos pasando y a recordarnos que para el día siguiente nos tenía preparado pollo al disco en la isla.
Lamentablemente, los amigos rosarinos no pudieron acompañarnos durante la cena, en el restaurante que se encuentra dentro del club, sobre el gimnasio. Mientras cenábamos, apareció Frodo que pasó por el club para saludarnos. Después de haber remado 46 km a una velocidad promedio de 8 km/h, con lo que se denomina “viento e’ jeta” durante todo el día, fue muy agradable irse a dormir con la certeza de que al día siguiente nos esperaba una jornada completa para hacer fiaca.

24/09: Fiaca
Durante toda la noche anterior dormimos muy bien y tuvimos la inmensa satisfacción de levantarnos cuando quisimos hacerlo. Durante el día haríamos lo que nos hacía falta: remar poco y comer mucho. Sin embargo, como el encuentro con Pepo era recién al mediodía y todavía faltaba un rato, el Vikingo me comentó, apenas despertó, que tenía que pasar por lo de Chapita y que si quería lo podía acompañar así conocía el astillero de Plásticos Tigre.
Nos tomamos un taxi y nos fuimos hasta Granadero Baigorria, hasta la casa de Damián y Julieta quienes nos recibieron con unos mates y torta. Rato después, ayudamos a Damián a cargar un par de botes en su camioneta: un Sioux Aloha Loa de color verde petróleo y un Paraná que tenía para entregar en Puerto de Palos. No había tenido ocasión de ver ninguno de los dos botes de cerca. El Sioux daba la impresión de ser uno de los tantos derivados del Nordkapp con parte del casco en forma de “V”. El Paraná seguía las líneas de los botes marineros aunque parecía ser bastante más voluminoso que un clon del Nordkapp y el fondo del casco parecía ser bastante plano. Si mal no recuerdo, Damián destacó como virtud del bote su estabilidad. Cuando ví las líneas del Aloha, le pregunté si no me podía prestar uno para ir a la isla. El día anterior Pepo nos había ofrecido botes a todos para ir hasta allá, pero creo que la costumbre triunfó sobre la curiosidad, porque elegí remar en el bote que me pareció más similar al mío.
Junto con Chapita volvimos al Rosario Rowing Club y avisamos al resto de los que irían con Pepo (Aldo, el Tano, Jorge y Pablo) que nosotros iríamos a la isla en botes de Damián.
Por otra parte, Héctor y Erick permanecerían en tierra para hacer las compras de reaprovisionamiento del grupo y completar algunos trámites en Prefectura.
Desde Puerto de Palos, que debe ser la guardería de kayaks más grande de Rosario y, por ende, la más grande de la Argentina, partimos con Damián, el Vikingo y un amigo de Damián. Los 2 primeros y yo remábamos en los Sioux y el otro palista tripulaba un Chamán. El bote que probé me dejó más que conforme, ya que los tiempos de reacción y la velocidad crucero parecían ser muy similares a las del Franky. Fuimos los primeros en llegar al lugar en el que Pepo desplegaría sus virtudes de buen gourmet.
Hacía un poco de calor, así que iniciamos la degustación de algunas bebidas espirituosas para no deshidratarnos. No creo que hayan transcurrido quince minutos desde que estábamos allí, cuando vimos aparecer a Esteban Bragagnolo en su Franky blanco. Después de saludarnos, nos comentó que había conseguido los dos parlantes que el Vikingo le había pedido, aunque no se le ocurría para que alguien podría querer un par de parlantes en medio de una travesía.
Rato después, aparecieron Pepo y el resto, junto con integrantes de la guardería Cocodrilo.
Mientras Pepo disponía los trozos de pollo en el disco, mezclaba los condimentos, se aseguraba de que el fuego estuviera bien, nosotros nos dedicábamos al apilamiento de botellas vacías. Creo que almorzamos a aproximadamente a las 14:00 la comida preparada por Pepo que, junto el guiso de lentejas a la Soria, fueron las dos mejores comidas de toda la travesía.
En el caso de Pablo Banchero, el pollo de Pepo parecía ser o la mejor comida de su vida o la última, porque se sirvió unas cuantas veces y no paraba de repetir “esto está bárbaro!”.
Más tarde, cuando algunos estábamos terminando y otros ya estaban de sobremesa, aparecieron, entre otros, el Toto, Frodo, Felipe Hinojo y Pepe Suárez. El lugar se iba llenando de kayakistas, convirtiéndose en la versión rosarina a gran escala de Cabo Blanco, lugares destinados a reunirse para disfrutar charlas, comidas, bebidas, playa, sol, chicas que disfrutan del sol, etc; lugares ubicados lo suficientemente cerca de las guarderías como para remar lo menos posible, en definitiva, lugares espectaculares.
Alrededor de las 5 de la tarde, partimos del lugar con la intención de detenernos un momento en Isla Verde. En la playa de la que salimos debería haber unos 20 kayaks como mínimo. A medida que empezamos a remar por ese canal entre las islas podían verse muchos más kayaks emprendiendo el regreso desde otras playas. Cuando rodeamos la isla, con el puente a nuestra derecha, la ciudad adelante y las playas que se ven enfrente de Rosario a nuestra izquierda veo que sobre estas hay también más botes. Es en una de estas playas que se encuentra Isla Verde. El Vikingo ya había bajado del bote y fue fácilmente localizable por su bermuda. Bajé del bote y me acerqué a donde estaban todos, compartiendo más bebidas refrescantes. En el mismo lugar estaba Frodo con algunos de sus amigos, que el 02/01/2007 salen desde Rosario hacia Mar del Plata, razón por la cual estuvimos conversando con él y Esteban acerca de las características de la bahía de Samborombón.
Cuando al día ya le quedaba poca luz, volvimos a Puerto de Palos. Pepe Suárez nos llevó al Vikingo y a mí hasta el Rowing, y aprovechó para comentarme que me había dejado una pala de repuesto Weir que el Colo tenía que entregarme.
En el gimnasio del Rowing, convertido en nuestra base de operaciones, encontramos a Erick con buen ánimo pese a los acontecimientos del día anterior y a Héctor tratando de marcar unos waypoints en el GPS para que al día siguiente fuera posible localizar la boca del arroyo Yaguarón. Debido a que al día siguiente había que levantarse temprano, la cena fue muy breve, en un puesto de comidas rápidas situado en la costanera. Estuvieron presentes Erick, Jorge, Aldo, el Tano, Héctor, Vikingo, Esteban, Damián, Julieta, Pepe, Blanca y su novio. Bragagnolo aprovechó el momento para entregarle al Vikingo los parlantes y después nos quedamos un rato más los tres conversando a media cuadra del Rowing. Alrededor de las 00:00 volvimos al club, deseando dormirnos lo antes posible porque al día siguiente la remada iba a ser muy larga.

25/09: San Nicolás.
A las 06:00 volvió a escucharse el canto del gallo y los preparativos volvieron a tomarnos las tres horas habituales. De todas las jornadas de remo ocurridas y por ocurrir, ésta sería la más dura porque habíamos estimado que deberíamos remar más de 70 kilómetros para llegar a San Nicolás.
Las condiciones climáticas parecían ser favorables: el cielo estaba despejado y soplaba un noreste leve. Antes de la partida, que nuevamente fue a las 09:00, vinieron a despedirnos el Toto Soria y Beto Soriano. Este último nos ayudó a reparar un problema con el timón del Walhallla que, en caso contrario, debería haber esperado hasta San Nicolás para ser solucionado. Remamos siempre próximos a la margen derecha del Paraná, dejando atrás el puerto de Rosario, el monumento a la bandera y después las numerosas casillas que rodean a la ciudad. Cuando pasamos por una zona en la que había algunas barcazas fondeadas y un grupo de islas estaban muy cerca de la costa, la velocidad de la corriente era de 8 km/h.
Después de pasar por Arroyo Seco, cuando aún no habíamos remado la mitad de la distancia que deberíamos cubrir ese día, decidimos detenernos en un gigantesco banco de arena en cuya margen norte había algunos árboles muy pequeños. Los que nos alejamos un poco de los botes, varados sobre la playa, pudimos ver algunos nidos de aves realizados en la misma arena. Después del almuerzo volvimos a remar, y a unos 5 o 6 kilómetros río abajo nos encontramos con una importante curva que el Paraná hace hacia la izquierda y después a la derecha. Después de esta curva, la presencia de dos inmensos buques fondeados y de un puerto, nos hizo concluir que nos encontrábamos en la ciudad de Villa Constitución
Héctor nos comentó, mientras flotábamos comiendo alguna fruta, que deberíamos encontrarnos a menos de 10 kilómetros de la boca del Yaguarón, cuyo waypoint había marcado la noche anterior. Además, por la información que le habían brindado en Prefectura, sabíamos que no debíamos pasar la boya del kilómetro 362, supuestamente ubicada frente a la entrada del arroyo. Cuando llegamos a la boca, nos dejamos flotar nuevamente, satisfechos porque ya era una realidad que llegaríamos a San Nicolás.
Casi podría decirse que desapareció cualquier tipo de presión psicológica por llegar porque hasta nos dedicamos a divertirnos improvisando un cuatrimarán con los kayaks. A medida que nos acercábamos a la ciudad, remando por el arroyo, veíamos cada vez más gente en la costa ocupada en pescar, tomar sol, trotar, pasear en bicicleta o simplemente tomarse unos mates. Esto nos llamó poderosamente la atención, porque estaba ocurriendo un lunes después de las 16:00. Alguno de nosotros hasta llegó a pensar en mudarse a San Nicolás, considerando cómo se vivían en esta ciudad los días hábiles. Conforme nos fuimos acercando a la cúpula de la iglesia, muy próxima a una curva del Yaguarón, por el movimiento de gente que observábamos en la costa dedujimos que no habíamos llegado un lunes común y corriente.
A las 17:20 descendimos de los botes en la rampa del Club de Regatas San Nicolás, y allí nos comentaron que, casualmente, habíamos llegado a la ciudad el día de la Virgen del Rosario de San Nicolás.
Los números del día habían sido: 73 kilómetros remados a una velocidad promedio de 9,7 km/h. Como hacíamos siempre, nos bañamos, armamos las carpas y fuimos a la ciudad a reaprovisionarnos.
Algunos decidimos cenar en el club, utilizando las instalaciones del quincho para cocinar. Mientras preparábamos la comida, apareció un invitado de lujo: Gustavo Ayala, que había recibido nuestros mensajes de texto avisándole de nuestra llegada. Después de la cena, nos quedamos conversando con él hasta que el sueño nos sugirió que era hora de irse a dormir.

26/09: San Pedro
Como había venido ocurriendo siempre, a las 09:00 los cuatro kayaks ya cargados se encontraban en el agua. El día parecía que iba a ser un poco más fresco que el anterior, por lo que casi todos teníamos puestos los rompevientos.
Mientras remábamos buscando el río Paraná, escuchando Offspring mediante los parlantes de Esteban ubicados sobre la cubierta del Walhalla, podíamos ver a nuestra derecha las barrancas más altas de la costa de San Nicolás. En algunas partes de éstas, observábamos los restos de antiquísimas construcciones de ladrillos que parecían ser o haber sido desagües. Un par de kilómetros más adelante, desde un inmenso complejo fabril, se desprendían voluminosas columnas de humo de distintos colores.
Soplaba un leve viento sur, que fue intensificándose a medida que fue pasando el tiempo, y que iba haciendo más entretenida la navegación. A más de 30 kilómetros de San Nicolás, cuando ya habíamos pasado Ramallo, nos detuvimos en una pequeña isla para almorzar. Debido a que ésta se encontraba muy cerca de la margen derecha del río, los que tripulábamos los Sherpas decidimos no arriesgarnos a vararnos y nos detuvimos en la costa más expuesta al viento. Los palistas de los Asiak decidieron detenerse al reparo, comprobando más tarde que habían tomado la decisión más conveniente porque entre la isla y la costa derecha del Paraná un kayak podía navegar sin problemas de calado.
Más tarde, a pocos kilómetros de donde nos habíamos detenido, nos encontramos con la boca del arroyo Carpincho, que después desemboca en un espejo de agua de poca extensión denominado Laguna de los Patos. A través de esta laguna, ingresamos al arroyo Obligado en cuyas costas pudimos observar aves de distintas variedades, vacas, caballos, coipos y hasta una iguana.
A la derecha, en medio del campo, asomaba, entre las copas de los árboles de un monte, la torre del Castillo de Rafael Obligado, creador del “Santos Vega, el payador”. Cuando habíamos dejado atrás el castillo, escuché al Vikingo avisar “Yarará! Yarará en el agua!”. Por un momento creí que se trataba de un chiste, hasta que giré la cabeza hacia la derecha y pude observar, en el lugar donde Néstor señalaba con el remo, la silueta alargada del reptil deslizándose sobre el agua en dirección hacia nosotros. Afortunadamente, un par de fuertes paladas fueron suficientes para movernos lo bastante lejos para que la serpiente no representara un riesgo.
Continuamos por el arroyo hasta que su curso nos devolvió a las aguas del Paraná, donde nos cruzaron solamente un remolcador y un velero. No pasó mucho tiempo para que pasáramos por el mismo lugar donde el 20 de noviembre de 1845 las tropas argentinas al mando del Gral. Mansilla se enfrentaron con cuatro baterías pobremente armadas, en defensa de nuestra soberanía, a las dos flotas más poderosas del mundo en la batalla de la Vuelta de Obligado.
A unos 7 kilómetros de donde culmina esa curva que hace el Paraná en la denominada vuelta, nos encontramos con la boca del riacho San Pedro.
Continuamos por este arroyo, escuchando AC/DC, hasta llegar al Club Náutico San Pedro a las 17:00, después de haber remado casi 70 kilómetros a una velocidad promedio de 8,6 km/h. Dejamos los botes en la playa del club y nos instalamos en los cómodos dormitorios que nos facilitó la institución.
Todos nos sentíamos lo suficientemente cansados como para decidir no cocinar, optando por compartir unas pizzas después de reaprovisionarnos para los próximos días.
Después de la cena, Erick volvió a comunicarse con Leandro para consultarle el pronóstico del tiempo. Las novedades no fueron alentadoras: se pronosticaba lluvia y sudeste para las zonas de San Pedro y Zárate. Ante esta perspectiva, decidimos que al día siguiente navegaríamos por el arroyo Baradero para ahorrarnos 20 kilómetros con la certeza de poder llegar hasta Lima.

27/09: Lima
Cuando salimos de la habitación que ocupábamos en el club y vimos el aspecto del cielo por primera vez, creímos que el pronóstico que nos habían informado el día anterior estaba lejos de cumplirse. Sin embargo, considerando que las últimas predicciones se habían ajustado a la realidad, decidimos no arriesgarnos y continuaríamos con el plan de navegar por el arroyo Baradero.
Desayunamos al aire libre, en unas mesas dispuestas en el predio del club, cargamos los botes, que se encontraban en la playa, y a las 08:40 ya estábamos remando hacia la boca del arroyo de tan mala fama por su paisaje.
Después de remar unos 2000 metros entre buques, areneros y alguna chata, llegamos a la entrada del río en cuyas costas se veían algunos pescadores con sus cañas. A poco de avanzar, se hizo notoria la razón por la cual a este curso de agua se lo trata de evitar. Sobre la costa de la izquierda, casi no se ven árboles y la presencia ocasional de alguna vaca o un rancho intentan interrumpir, sin éxito, la monotonía del paisaje. Sobre la costa opuesta, que es un poco más alta, de vez en cuando aparece un grupo de árboles, y alguna casa. Quizás cuando llevábamos unos veinte minutos de navegación sobre el arroyo, unos nubarrones comenzaron a cubrir rápidamente el cielo.
Al poco tiempo, se desató una intensa tormenta, convirtiendo el escenario en el que nos encontrábamos en algo peor. Seguimos remando a pesar de la lluvia, que cuando se intensificaba reducía nuestra visibilidad, y dejamos atrás una planta industrial que parecía ser una pastera.
La tripulación de una chata que venía por el arroyo pasó saludándonos, mientras nos observaban con expresión de extrañeza, como si no pudieran creer que estuviéramos navegando en esas condiciones. La intensidad de la lluvia fue haciéndose cada vez menor, aunque continuaban cayendo algunas gotas.
Cuando pasamos por la ciudad de Baradero, al mediodía, el olor de un asado que estaban haciendo en un camping sobre la costa nos recordó que nosotros, dentro de una hora, deberíamos conformarnos solamente con unas latas para almorzar. Cuando llegó el horario acordado para el almuerzo, nos acercamos a la costa, buscando algún árbol cuyas ramas llegaran hasta el agua para detenernos a comer al reparo de la llovizna. El menú fue bastante sencillo, porque comimos lo que fuimos capaces de alcanzar desde los cockpits.
Continuamos con la remada, y el aspecto del paisaje siguió siendo el mismo, con la excepción de la fábrica Atanor y de alguna casona de dimensiones importantes. Hacia la última parte del arroyo, después de dejar atrás un camping de pescadores ubicado sobre la margen derecha, la presencia de la vegetación fue haciéndose cada vez más frecuente, como anunciándonos que el Paraná estaba cerca.
Remábamos cada curva deseando que fuera la última, pero el río seguía sin aparecer. Cuando por fin llegamos a la desembocadura del arroyo y vimos al Paraná, nos sentimos aliviados porque no faltaba mucho más para el camping ya que éste se encuentra cerca de Atucha, y los grises edificios de esta última ya eran visibles. En el momento en el que nos encontrábamos remando enfrente de la central nuclear, el cielo se abrió por unos minutos y ese breve instante en que los rayos solares nos bañaron mejoró nuestro ánimo. Llegamos al camping y, al entrar en la dársena, vimos que sería dificultoso subir los botes a tierra por el bajo nivel del agua, las características de la rampa y nuestro cansancio después de haber remado 62 kilómetros.
Afortunadamente, el Sr. Nin, dueño del camping, nos autorizó a utilizar la pluma que habitualmente destinada a elevar lanchas para subir los kayaks a tierra. Después de bañarnos e instalarnos en un dormitorio del camping para 8 personas, cocinamos unos fideos y una polenta porque las cantidades no eran suficientes.
Mientras cenábamos, Erick y Pablo hacían un recorrido por el pequeño poblado de Lima, que incluyó hasta una visita a la iglesia.

28/09: Otamendi.
Del mismo modo que había ocurrido el día anterior, el Sr. Nin volvió a facilitarnos el uso de la pluma para bajar los kayaks al agua. El viento, de dirección entre sur y sudeste, tenía un intensidad entre leve y moderada. A esto se agregaba que el Paraná presentaba corriente en contra, por lo que nuestra velocidad se acercaba a 7 km/h, promedio que descendía con cada flotada que realizábamos.
Cuando aún no habríamos remado unos 30 kilómetros llegamos a Zárate, sorprendiéndonos por toda la actividad que mostraba el puerto de dicha ciudad. Con intención de almorzar, nos detuvimos en el camping Las Tejas, ubicado sobre la margen izquierda del Paraná, después de pasar por debajo del puente más largo de la Argentina.
Mientras almorzábamos, la conversación versó acerca de nuestra situación. Estimábamos salir hacia Escobar a las 14:00 y creíamos que todavía teníamos que remar casi 40 kilómetros para llegar allí. Si nuestra velocidad seguía siendo la misma que habíamos mantenido durante la mañana, poco más de 6 km/h, demoraríamos aproximadamente siete horas en recorrer la distancia restante, por lo que recién a las 21:00 llegaríamos al CNRBE.
Ante esta perspectiva, decidimos remar unos 15 kilómetros más y detenernos en el primer lugar que encontráramos con costa accesible.
Pocos kilómetros río abajo de Zárate, después de una curva que hace el Paraná hacia la izquierda, vimos la ciudad de Campana. Todavía era temprano como para detenernos allí, así que decidimos seguir. Un guardacostas de Prefectura se acercó desde la margen opuesta y nos acompañó un trecho, después de solicitar nuestros datos. Los tripulantes de esta embarcación nos informaron que más adelante podríamos detenernos en un camping de pescadores cercano a un predio del INTA, en la altura en la que el río pasa por Otamendi.
Después de una curva hacia la izquierda que casi describe un ángulo recto, alcanzamos a ver, sobre la margen izquierda, algunas edificaciones. A medida que nos acercábamos al lugar, pudimos observar una chata transportando vehículos desde una margen a otra del Paraná. Debido a la hora, decidimos que exploraríamos la zona para determinar en cual de las dos márgenes nos detendríamos. Cerca de una rampa donde los vehículos bajaban y subían a la embarcación, se encontraba otra rampa con indicios de encontrarse en desuso. Subimos los botes por ésta y armamos las carpas sobre un camino de tierra, después de asegurarnos de que presentara aspecto de estar abandonado.
Tuvimos suerte porque en ese lugar había luz eléctrica y hasta un poste con distintos tipos de tomacorrientes, que utilizamos para cargar los celulares. Después, entrada la noche, cenamos al calor de un fogón, contemplando las luces de los barcos areneros y cerealeros que seguían navegando. Según los registros del GPS, durante ese día habíamos remado 42 kilómetros y suponíamos que nos faltaban aproximadamente 60 para llegar hasta Tigre.

29/09: Tigre
La temperatura de esa mañana era bastante baja en comparación con la de los días anteriores, ajustándose al pronóstico que nos había informado Leandro la noche anterior.
A las 09:30, después de algunos esfuerzos, el último bote ya estaba en el agua. Debido a que durante la noche el río había bajado, esto nos dificultó un poco la botadura de los kayaks. Afortunadamente, la dirección de la corriente seguía siendo la misma y eso nos permitiría mantener una velocidad similar a la de los días previos. Cuando doblamos la primera curva, con dirección a la izquierda, sobre la margen derecha del río vimos, a unos 4 kilómetros, unas edificaciones de poca altura y algunos barcos fondeados.
No podía tratarse de Escobar porque creíamos que nos faltaba bastante más para llegar allí. A medida que nos fuimos acercando, el aspecto familiar del lugar nos terminó de convencer de que estábamos muy cerca del Club de Náutica y Remo Belén de Escobar. Cuando llegamos a la playa, rodeada por el boyado que utilizan para delimitar el lugar donde juegan kayak-polo, hacía solamente una hora y media que estábamos remando.
Almorzamos tranquilamente en las instalaciones del club, después de saludar al presidente y agradecerle por la hospitalidad.
Poco después de las 13:00, con mucha tranquilidad, subimos nuevamente a los kayaks y continuamos la navegación por el Paraná hasta la entrada del Cruz Colorada.
Habíamos remado casi 15 km para llegar hasta el club y no deberían faltarnos más de 30 para llegar a Tigre. A unos 2000 metros río debajo de la boca del Carapachay, fácil de ubicar por la presencia del destacamento policial, entramos al Cruz Colorada, que nos condujo hasta el Espera, éste hasta el Angostura y después al Carapachay. Finalmente, desembocamos en las oscuras aguas del Luján, donde nos encontramos con las mejores olas de toda la travesía, que nos acompañarían hasta que los cuatro kayaks se encontraran fuera del agua, sobre la rampa del Club de Regatas Hispano Argentino.
Antes de que tuviéramos tiempo de abrir alguna de las bodegas de los botes para comenzar la descarga o de ir a buscar una de los carritos del club, o siquiera de tomar una foto, Héctor desapareció en el interior del restaurant que funciona en el club y volvió a aparecer en pocos segundos con una botella de sidra en la mano.
La agitó varias veces y el Vikingo se encargó de descorcharla, para después arrojarnos el líquido al estilo podio de carrera de autos, ante la mirada atónita de los transeúntes, quienes parecían no entender nada... lo cual no es muy importante porque las pasiones no tienen ni necesitan explicación.

PROYECTOS EN MARCHA

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ENCUENTRO KAYAKISTA ISLA MARTIN GARCIA 2012